EL CASO DEL ALGODÓN PERUANO
Miremos el bosque, no el árbol
Por: Enrique Falcone Vigna *
La ausencia de esta política integral hace que el Perú siga siendo uno de los pocos países cuyos algodoneros, por su poca productividad, tengan una sola cosecha al año. Y es muy simple: el único organismo que investiga (el Instituto Peruano del Algodón) tiene recursos muy limitados y, ante la escasez de buenas semillas, los productores tienden a pasarse a sembrar arroz o maíz, que le permiten dos cosechas al año y ser más rentables a corto plazo. Así, el futuro es incierto.
El problema de fondo no es el precio del algodón. El año pasado tuvimos los precios más altos de la historia y los problemas estructurales subsistieron intactos. Un precio internacional alto ayuda, pero si no abordamos los problemas de fondo, seguiremos en lo mismo. El problema es la baja productividad que se traduce en una pobre rentabilidad y la ausencia de un soporte técnico y económico para hacer sostenible este cultivo.
Los subsidios que aplican otros países, si bien causan problemas a nuestros agricultores, también los causan a los otros países productores; sin embargo, estos sí cuentan con políticas de promoción imaginativas y permanentes que han permitido modernizar sus campos y una mayor productividad. Por supuesto, estos países no dejan que malos importadores y subvaluadores se aprovechen para depredar sus mercados en mala lid.
¿Qué hacer?
Medidas tales como proveerlos de semillas de calidad, hacer eficiente el uso de la mano de obra y los insumos, elevar la tecnificación y mecanización del campo y acceder a servicios tecnológicos agrarios son necesarios para elevar los actuales rendimientos.
Gran parte de la informalidad en el campo (cuyo nivel exacto se conocerá con el censo agrario anunciado por el Ministerio de Agricultura) tiene como base la tremenda atomización de las tierras. Actualmente, según el INIA, el 85% de nuestra área algodonera es manejada por pequeños campesinos mayormente desorganizados y sin asociatividad, con áreas menores a las diez hectáreas.
Por ello, una medida necesaria es sincerar y transparentar la comercialización interna, para lo cual sugerimos eliminar la exoneración del IGV a la venta de algodón en rama y usar parte de ese ingreso para financiar programas de mejora de la competitividad del productor e investigación, como se hace exitosamente en Brasil. El agricultor se verá beneficiado, pues habrá más recursos para mejorar la calidad de su producto y, al mismo tiempo, se ataca el caldo de cultivo de la informalidad que genera esa exoneración.
Otra medida necesaria es restablecer el sistema de incentivos a la formalización que ha funcionado bien, pues lo recaudado superó largamente el monto invertido en el programa. Es positivo que el nuevo gobierno haya expresado su intención de ver el problema con un enfoque integral y esté decidido a continuar impulsando la formalización, siempre vigilando su correcta aplicación.
Es fundamental priorizar una solución al problema del algodón no solo por ser un producto de bandera, sino por formar parte de toda una cadena de valor. No es sostenible una industria peruana textil y de confecciones basada en hilados de algodón importados. Solo deberíamos importar la fibra o los hilados que no producimos (fibra corta e hilados gruesos), pero para ello nuestros agricultores deben ser competitivos en el contexto internacional. Es el momento de revertir esta tendencia, pero mirando el bosque, no solo el árbol.
[*] Presidente del Comité Textil de la SNI
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