martes, 17 de abril de 2012

Comunicación






OSDATA. ALBERTO BENAVIDES G. FILÓSOFO, ESCRITOR Y PROFESOR. FUNDADOR DEL CENTRO CULTURAL ANTARES Y LA BIBLIOTECA ABRAHAM VALDELOMAR DE LA HUACACHINA

“De joven le pedía los libros que quería a mi papá y él los pagaba a fin de mes”

Soy limeño. Nací en 1949. Tengo 4 hijos. Admiro a mi padre, el empresario Alberto Benavides de la Quintana, para mí, el único minero de verdad en la familia. Estudié Filosofía en la Universidad Católica, donde, a su vez, enseñé durante 25 años. Viví un tiempo en Ayacucho. Me mudé al valle de Ica. Hoy me dedico a la agricultura orgánica, tengo un fundo llamado Samaca. Ahí camino mucho y no engordo. Una virtud: soy sembrador. Un defecto: fumo.
Por: Marisol Grau
Martes 17 de Abril del 2012
Su tesoro está escrito en griego. Un diccionario de Liddell Scott que ofrece hasta ocho significados por palabra. Alberto Benavides Ganoza nos muestra las obras más preciadas que guarda su colección en la Biblioteca Abraham Valdelomar de la Huacachina.
Hay unos 10 mil títulos ordenados en muebles y estantes. La prueba de toda una vida inmersa en los libros.
— ¿Siempre fue un aficionado a la lectura?
A mí me entró el bicho de la literatura ya en la universidad. De chico era pésimo alumno. Nunca me gustó el colegio. Empecé a leer por influencia del doctor Honorio Ferrero en la Universidad Católica. Comencé con Platón, el “Fedro” me entusiasmó mucho. La filosofía siempre me atrajo… debe ser algo vocacional.
— ¿Cómo empezó su biblioteca?
Mi papá [el empresario minero Alberto Benavides de la Quintana] tuvo la generosidad de abrirme una cuenta en la librería Studium. Tuve ese privilegio de joven rico; elegir los libros que quisiera y que mi padre los pague a fin de mes. Nunca me objetó nada. Otros textos los adquirí en mis viajes a Estados Unidos, España y Gran Bretaña. Cada vez que voy a Lima regreso con más.
— ¿Qué tesoros guarda la Biblioteca Abraham Valdelomar de la Huacachina?
Tenemos un montón de clásicos importantísimos, incluidos los peruanos como Arguedas. Mira este diccionario en quechua y castellano. Como grupo rescato las ediciones en griego de Platón y Aristóteles. Una obra extraordinaria es el diccionario griego de Liddell Scott. Es una joya, en el Perú lo tendrán solo dos o tres bibliotecas. Te da unos ocho significados por palabra. Así descubrí que logos, por ejemplo, también quiere decir talismán.
— Sabe griego entonces…
Sabía. Lo he ido perdiendo por la falta de práctica. Mi conocimiento del idioma ahora solo me sirve para entender el sentido de cada palabra en la traducción.
— ¿Qué fue aquello que le cautivó de los clásicos griegos?
Me fascinó la idea del amor como una locura divina. El conectar al hombre con el mundo de los dioses. La idea de Platón que plantea que nosotros vivimos en el mundo de la opinión, pero debemos aspirar al mundo de la inteligencia y la epistemia. Incluso hice mi tesis de Filosofía en Platón. Una vez que entras en el mundo de la lectura se abre un universo.
— ¿Y de los autores peruanos?
Hay muchos que me interesan. Sin embargo, aquí tengo que resaltar a [Abraham] Valdelomar, un autor tan entrañable, pues sus cuentos son pura poesía. Es la poesía del paisaje. “Tristitia”, un poema hermoso… “Mi infancia que fue dulce, serena, triste y sola se deslizó en la paz de una aldea lejana, entre el manso rumor con que muere una ola…”.
— ¿Qué valor personal tienen para usted todos estos libros?
Desde el punto de vista de la biblioteca, esto es la maravilla. Aquí hay libros de cátedra, cosidos, en papel tratado para polilla.
— ¿Un acto de generosidad hacia los iqueños?
No. Es por amor, para levantar a la gente en el Perú y tratar de hacer algo. A nivel público hacen falta espacios como este. La biblioteca es un semillero de ciudadanía, de gente pensante, formada. Por supuesto que se debe tener Internet, pero los libros también son importantes. Además, son de quien los leyó, los estudió, los amó. ¿Qué haría teniéndolos solo para mí?
— ¿Por qué la filosofía y los libros, en vez de la minería como su padre y sus hermanos? El único minero de verdad en mi familia ha sido mi papá. Mis abuelos eran agricultores. El único loco ha sido mi padre. Y un tío de él, don Eulogio Fernandini de la Quintana, quien descubrió la mina de Cerro de Pasco.
— ¿Cómo se lleva con su papá?
Converso muchísimo con él, me ha apoyado bastante con mi fundo, Samaca. Sería ingrato decir que estoy alejado de la familia, además me entiendo muy bien con todos. Aparte, ahora que mi papá tiene 91 años está más sabio que nunca. Hay viejos amargados, pero ese no es su caso. Con los años se ha vuelto más abierto y generoso. Antes era muy católico y estricto.
— Organiza charlas con jóvenes en la biblioteca…
Enseñé durante 25 años en la Universidad Católica. Y eso es síntoma de vocación porque allí te pagaban y trataban mal. Pero no me voy a quejar porque eso es cosa de viejos, y no estoy tan viejo. Me interesa que la gente joven tenga una educación correcta. Que se encuentre con los grandes ejemplos de la historia como el Quijote.
— ¿Qué piensa del litigio entre la Universidad Católica y la Iglesia?
Parece que monseñor Cipriani tiene todas las de ganar desde el punto de vista legal. Estoy del lado de los liberales. No me hace ninguna gracia que los católicos más fundamentalistas intervengan en la universidad, porque es un lugar donde existe el pensamiento libre. Algo en lo que creo.
— ¿Los libros desaparecerán?
De ninguna manera. Los libros solo desaparecerán por culpa de las polillas. Si a la gente le gusta la iPad está bien, a mí me gusta el libro por lo mismo que todavía uso tinta liquida. Me fluyen mejor las ideas y me agrada. Aún tengo un Parker 51.

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