sábado, 7 de abril de 2012

Orientación y Normas educativas, Psicopedagogía






PERSPECTIVAS EN DEBATE PARA COMBATIR LAS DROGAS

Por la salud de la juventud

Por: Alejandro Vassilaqui *
Viernes 6 de Abril del 2012
Evo Morales, presidente de Bolivia, en la sesión 55 de la Comisión de Estupefacientes de Naciones Unidas en Viena, señaló que la adhesión de Bolivia sin reserva, a la Convención Única de Estupefacientes de 1961, fue un error histórico, ya que esta exige la prohibición del masticado de la hoja de coca. Planteó entonces una adhesión con reserva, entendiendo con ello el consumo de la hoja de coca con fines medicinales y alimenticios. Sin embargo, no mencionó que esta percepción y regulación varió con la Convención de Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas de 1988 (que no modifica la Convención Única, pero sí, a nuestro entender, la interpreta), señalando en el artículo 14º:
“Cada una de las partes adoptará medidas adecuadas para evitar el cultivo ilícito de las plantas que contengan estupefacientes o sustancias psicotrópicas, tales como las plantas de adormidera, los arbustos de coca y las plantas de cannabis […]. Las medidas que se adopten deberán respetar los derechos humanos fundamentales y tendrán debidamente en cuenta los usos tradicionales lícitos, donde al respecto exista la evidencia histórica, así como la protección del medio ambiente”.
En el centro de este debate se encuentra el consumo tradicional de hoja de coca desde la cosmovisión andina, el cual es respetable. No obstante, existe la falacia de la hoja de coca como alimento, pues si bien todas las plantas verdes, como la hoja de coca, contienen proteínas, las investigaciones con animales de laboratorio concluyen que el organismo no las digiere apropiadamente y pueden llevar a una permanente desnutrición. Ya Mariátegui, Haya de la Torre y V.A. Belaunde fueron muy enfáticos en este punto: liberar a los campesinos del yugo de la coca y el alcohol.
Más allá del uso tradicional, preocupa el intento de legalizar alguno de estos derivados, lo que causaría una epidemia de adicción con toda seguridad. Los que pretenden descriminalizar la comercialización de los narcóticos son ciegos a las catastróficas consecuencias a las que esto nos llevaría.
Las declaraciones a favor de la legalización de las drogas no provienen de médicos, ni educadores, ni agentes del orden, sino de políticos, antiguas personas de Estado y gente de buena voluntad, que creen que de esta manera se detendrá el accionar de las mafias criminales. Nada más lejos de la verdad.
Los peruanos sí saben las consecuencias que esto ocasionaría. En las encuestas de opinión de diferentes instituciones especializadas, más del 90% de la población está contra la legalización. El presidente Ollanta Humala en su discurso inaugural del 28 de julio 2011 señaló:
“Ejecutaremos una política contra las drogas que consolide el modelo peruano de desarrollo alternativo integral y sostenible para convertir a los productores, hoy ilegales, en agentes de una economía legal. No seremos indiferentes frente al incremento alarmante de drogas entre los adolescentes y jóvenes. Respetaremos el debate que en torno a este tema se ha abierto en estos años, dentro y fuera del país, pero nosotros no legalizaremos ninguna droga ni tampoco los cultivos ilícitos y por el contrario los vamos a combatir”.
[*] Director ejecutivo de Cedro



Legalicemos las drogas

Por: Juan Carlos Hidalgo *
Viernes 6 de Abril del 2012
Otto Pérez Molina, de Guatemala, se ha convertido en el primer presidente en ejercicio en proponer legalizar las drogas como mecanismo para combatir el narcotráfico. Su propuesta merece el apoyo de los demás presidentes latinoamericanos.
La prohibición de las drogas ha sido un fracaso. En EE.UU. el porcentaje de la población mayor de 12 años que consume estupefacientes ha aumentado de 5,8% en 1991-93 a 8,9% en el 2008 (equivalente a 21,8 millones de individuos). Según la última Evaluación Nacional sobre la Amenaza de las Drogas del Departamento de Justicia, “el abuso de varias de las principales drogas ilícitas, incluyendo la heroína, la marihuana y la metanfetamina, parece estar aumentando, especialmente entre los jóvenes”. No hay duda de que la prohibición no ha detenido el consumo en el principal mercado mundial.
Y en tanto haya demanda por drogas en EE.UU. habrá oferta. La pregunta es si dicho negocio debería estar en manos de empresarios legales -como el alcohol y el tabaco- o en las de criminales violentos. La prohibición ha optado por la segunda opción, con las consecuencias por todos conocidas: en México la guerra contra las drogas ha costado la vida de más de 50.000 personas en los últimos cinco años. En Centroamérica, el narcotráfico es responsable de alrededor del 60% del crimen, y ha colocado a países como Honduras, Guatemala, El Salvador y Belice entre los más violentos del mundo. En Sudamérica, los recursos del narcotráfico han servido para financiar a grupos terroristas como las FARC en Colombia o Sendero Luminoso en el Perú.
A pesar del claro fracaso de la prohibición, muchos malentendidos abundan sobre la legalización. El principal argumento contra ella es el temor de que aumente el consumo de drogas. Pero la legalización no implica aprobarlo o incentivarlo. De hecho, la experiencia de Portugal, país que despenalizó el consumo de todas las drogas en el 2001 y no experimentó un aumento del consumo, nos demuestra lo equivocado del argumento. Más bien, en Portugal se triplicó el número de adictos que buscan tratamiento, lo que permitió enfrentar mejor la drogadicción al tratarlos como pacientes en vez de como criminales.
Asimismo, al argumentar contra la legalización se suele traer a colación imágenes de violencia y crimen, cuando en realidad estos son causados por la prohibición. Más bien, disminuirían significativamente una vez que el mercado negro de las drogas desaparezca.
No hay que olvidar además que existe una diferencia importante entre consumo y abuso de drogas, tal como existe una diferencia entre consumo de alcohol y alcoholismo. No todo consumo se convierte en drogadicción.
Finalmente, es importante aclarar que la legalización no pretende resolver el problema de la drogadicción ni los males sociales asociados, los cuales es mejor abordar desde un enfoque de salud pública y no criminal. Lo que la legalización pretende es eliminar los efectos negativos de la prohibición antes señalados.La legalización no es una solución al “problema de las drogas”. La drogadicción continuará siendo un flagelo. Pero así como la prohibición del alcohol resultó ser un enfoque equivocado al problema del alcoholismo, de igual forma la guerra contra las drogas ha sido un enfoque errado al problema del abuso de las drogas.
[*] Analista del CATO Institute

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