
LA VIDA AL SERVICIO DE CRISTO
La grandeza del sacerdocio
Por: P Joaquín Diez Esteban Sacerdote
Teológicamente el sacerdocio católico tiene el impresionante valor de ser un hombre consagrado para actuar en persona de Cristo, para prestar a Cristo sus gestos y palabras, para que él actúe en la Iglesia y en sus fieles. Cuando el sacerdote bautiza es Cristo quien bautiza, cuando el sacerdote perdona es Cristo quien perdona, y cuando consagra el pan y el vino en la Santa Misa se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo.
Recientemente la revista “Forbes” ha señalado a las personas más ricas del mundo, encuesta que ha sido muy comentada y difundida. Pero meses antes publicó una encuesta, realizada por la Organización Nacional para la Investigación de la Universidad de Chicago en la que se manifestaba que el trabajo del sacerdote católico es la profesión más feliz de todas las numerosas que existen.
Aunque nunca faltan dificultades ante el ambiente y el sacerdote sigue en lo humano con las deficiencias propias de su personalidad, sin embargo, la misión espiritual le asegura, si es fiel en su sacerdocio, “una vida apasionante”.
Y si en tantas profesiones se puede dudar de la futura seguridad laboral, y al comenzar sus estudios se plantea la duda de encontrar campo para desarrollo de la profesión escogida, y la facilidad para el sostenimiento de su vida, en el sacerdocio católico, aunque no ofrezca perspectivas de amplias ganancias, más aun la sobriedad económica y el desprendimiento de los bienes materiales, contribuyen a la felicidad en la vida sacerdotal, hay siempre trabajo.
Una exagerada publicidad a la existencia de algunos casos de pederastia de sacerdotes con menores, que ha sido causa de problemas psicológicos en algunos niños, y por tanto, deben ser siempre totalmente rechazados y nunca tolerados, sin embargo, a pesar del escándalo que muchas veces han motivado, son más los casos protagonizados por educadores no sacerdotes o por religiosos de otros credos no católicos, que por sacerdotes de la Iglesia Católica.
La realidad vivida en mis casi cincuenta años de sacerdote, dedicado en mucho tiempo al acompañamiento espiritual de sacerdotes en el Perú, y los treinta años colaborando en esta página editorial de El Comercio me dan motivo para resaltar la grandeza y felicidad en la vida sacerdotal, cuando se vive con fidelidad y en unión con Cristo, sumo y eterno sacerdote, que elige a otros hombres para hacerse presente en la vida de los demás.
Y en este sentido, cuántos motivos de alegría y valioso servicio, en estar siempre atento a escuchar, aconsejar y comprender en lo humano, pero sobre todo el poder, con la gracia de Cristo y la sincera conversión de las personas, el perdonar totalmente los pecados de todos.
En este día de la institución del sacerdocio, hemos de dar gracias al Señor, por la elección de algunos hombres a vivir una vida célibe para que su corazón esté más en las cosas de Dios y en el generoso servicio espiritual y sacramental a los demás. Pero también es ocasión el Jueves Santo para pensar cómo ayudamos, pedimos y nos unimos a nuestros sacerdotes.
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