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lunes, 7 de noviembre de 2016

domingo, 1 de marzo de 2009

Religión, Comunicación


Mi hogar 1 de marzo del 2009


LA COLUMNA DE COELHO
El bien y el mal se enfrentan
Por: Paulo Coelho Escritor


Ya traté aquí este asunto, pero vale la pena contar de nuevo estas dos historias que se contradicen. Desde su aparición, la especie humana está condenada a alternarse entre los dos eternos polos opuestos. Y aquí estamos nosotros, con las mismas dudas que tuvieron nuestros antepasados, y sin ninguna respuesta más original al respecto.
PERSIA: EL HOMBRE COMO ALIADO DEL BIEN La primera historia de que se tiene noticia sobre la división entre el bien y el mal nace en la antigua Persia: el dios del tiempo, después de haber creado el universo, se da cuenta de la armonía que le rodea, pero siente que la falta algo muy importante: una compañía con quien disfrutar de aquella belleza.
Durante mil años, él reza para conseguir tener un hijo. La historia no dice a quién se lo pide, ya que es todopoderoso, señor único y supremo. Aún así, él reza y termina generando un hijo en su interior.
Al percibir que consiguió lo que quería, el dios del tiempo se arrepiente, consciente de que el equilibrio de las cosas era muy frágil. Pero es demasiado tarde, su hijo ya está en camino. Todo lo que él consigue con su llanto es hacer que el hijo que traía en el vientre se divida en dos.
Cuenta la leyenda que de la oración del dios del tiempo nace el bien (Ormuz) y de su arrepentimiento nace el mal (Arimán), hermanos gemelos.
Preocupado, él arregla todo para que Ormuz salga primero de su vientre, controlando a su hermano y evitando que Arimán cause problemas al universo. No obstante, como el mal es astuto y capaz, consigue empujar a Ormuz en el momento del parto, y nace primero.
Desolado, el dios del tiempo resuelve crear compañeros para Ormuz: hace nacer la raza humana, que luchará con él para dominar a Arimán y evitar que el mal se haga dueño de la situación.
En la leyenda persa, pues, la raza humana nace como aliada del bien y, según la tradición, vencerá al final. Otra historia sobre la división, no obstante, surge muchos siglos después, esta vez con una versión opuesta: el hombre como instrumento del mal.
LA BIBLIA: LA DIVISIÓN TRAE DOLOR Y SUFRIMIENTOPienso que la mayoría de los lectores sabe a lo que me refiero: un hombre y una mujer están en el jardín del paraíso, gozando de todas las delicias imaginables. Solo existe una prohibición: la pareja jamás puede conocer lo que significan el bien y el mal. Dice el Señor Todopoderoso (Génesis, 17): “Del árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás”.
Y un buen día surge la serpiente, asegurando que este conocimiento era más importante que el propio paraíso, y que ellos debían poseerlo. La mujer se niega, diciendo que Dios la amenazó con la muerte, pero la serpiente le garantiza que no le sucederá nada de eso: por el contrario, el día en que conozcan lo que es el bien y el mal, serán iguales a Dios.
Convencida, Eva come el fruto prohibido y da parte de él a Adán. A partir de ahí, el equilibrio original del paraíso se deshace, y los dos son expulsados y maldecidos.
En la tradición bíblica, el ser humano es cómplice del mal que se extiende sobre el planeta.
(c) Traducción del portugués: Diego Chozas Ruiz-Belloso
http://www.paulocoelhoblog.com/

martes, 16 de diciembre de 2008

Orientación y Consejería

El Comercio 14 de diciembre del 2008

LA COLUMNA DE COELHO
Independencia emocional
Por Paulo Coelho. Escritor
http://www.paulocoelhoblog.com/

"Al principio de nuestra vida, y una vez más cuando envejecemos, nos hacen falta la ayuda y el cariño de los demás. Desgraciadamente, entre estos dos períodos de nuestra vida, durante el tiempo en el que somos fuertes y capaces de cuidar de nosotros mismos, descuidamos el valioso cultivo del cariño y de la compasión. Puesto que nuestra propia vida comienza y termina con necesidad de afecto, ¿no sería mejor que practicásemos la compasión y el amor hacia los demás mientras somos fuertes y capaces?".

La cita es del actual Dalai Lama. Es verdaderamente curioso observar cómo nos enorgullecemos de nuestra independencia emocional. Aunque, claro está, tal cosa sea muy cuestionable: seguimos necesitando a los demás durante toda nuestra existencia, solo que resulta "vergonzoso" demostrarlo, y entonces preferimos llorar ocultamente. Y si alguien nos pide ayuda, es que se trata de un sujeto débil, de alguien incapaz de controlar sus sentimientos.

Hay una ley no escrita que dice que "el mundo es de los fuertes", y que "sobrevive apenas el más apto". Si esto fuese cierto, la especie humana no habría podido subsistir, pues sus individuos necesitan protección durante un largo período de tiempo (los especialistas dicen que apenas podemos valernos por nosotros mismos después de los 9 años de edad, mientras que una jirafa lo consigue en 8 meses como máximo y una abeja alcanza su independencia en menos de 5 minutos).

Estamos en este mundo. Por lo que a mí respecta, yo sigo --y seguiré siempre-- dependiendo de los demás. Dependo de mi mujer, de mis amigos, de mis editores. Dependo incluso de mis enemigos, que me ayudan a permanecer siempre adiestrado en el uso de la espada.

Desde luego, hay momentos en los que este fuego avanza en otra dirección, pero yo nunca dejo de preguntarme: ¿Dónde están los otros? ¿Acaso me aislé demasiado? Como a cualquier persona sana, también me hace falta la soledad, el tiempo de la reflexión. Pero esto no debe convertirse en un vicio.

La independencia emocional no conduce a ninguna parte, a no ser a una pretendida fortaleza, cuyo único e inútil objetivo es impresionar a los demás.

La dependencia emocional, por su parte, es como una hoguera que encendiéramos. Al principio, las relaciones son difíciles. De la misma manera, con el fuego hay que conformarse primero con el desagradable humo, que dificulta la respiración y arranca las lágrimas. Sin embargo, una vez encendido el fuego, el humo desaparece y las llamas lo iluminan todo, transmitiendo calor, calma y, de cuando en cuando, haciendo saltar alguna brasa que nos quema, pero que también anima nuestra relación. ¿No están de acuerdo?

Esta columna empezaba con una cita de un premio Nobel de la Paz que defiende la importancia de las relaciones humanas. Concluyo con unas palabras del profesor Albert Schweitzer, médico y misionero que recibió el mismo premio en 1952:

"Todos hemos oído hablar de una dolencia de África Central conocida como enfermedad del sueño. Lo que tenemos que saber es que existe una enfermedad muy similar que ataca al alma y que es muy peligrosa, porque se desarrolla sin ser detectada. Al notar el menor síntoma de indiferencia y de falta de entusiasmo ante los demás hay que hacer saltar las alarmas.

La única manera de luchar contra esta enfermedad es entender que el alma sufre, y mucho, cuando la obligamos a vivir superficialmente. Al alma le gustan las cosas bellas y profundas".

© Traducción del portugués: Diego Chozas Ruiz-Belloso