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martes, 3 de abril de 2012

Religión, Pastoral







SEMANA SANTA, TIEMPO PARA LA MEDITACIÓN

Dicen que ha resucitado

Por: Rossana Echeandía Periodista

Martes 3 de Abril del 2012

Es Semana Santa y algo de la espiritualidad que se vive estos días nos salpica aunque tratemos de esquivarla. Si no se cuela a través de la multitud que recorre iglesias, lo hará en un vía crucis que interrumpe nuestra marcha, en una película de esas que repiten cada año o en la predicación de algún curita en la radio o en la tele.

Pero también estamos en pleno siglo XXI, cuando la autosuficiencia y el individualismo se han instalado tan firmemente en nuestra sociedad que solo creemos necesitar aquello que se puede comprar. ¿Servirán de algo la religión y sus manifestaciones o será que sus días están contados?

Para quienes pasamos los 40, es evidente que esta semana ha ido perdiendo como manifestación religiosa para ir ganando como oportunidad para pasarla bien. Los recuerdos de estas fechas cuando fuimos niños son muy diferentes de la realidad actual. No obstante, a pesar de la bulla mundana, la Semana Santa sigue imponiendo una especie de misterioso silencio que invita al hombre a mirarse hacia dentro y desde allí hacia Dios o, más bien, allí a Dios.

Al fin y al cabo, de lo que trata esta historia es de un Dios que se ha hecho hombre, que ha muerto en una cruz y que ha resucitado para reparar lo que estaba roto.

La religión, que viene de religar, unir de nuevo, sirve para eso: volver a unir al ser humano con Dios. Las manifestaciones religiosas están presentes a lo largo de toda la historia de la humanidad, desde el hombre de las cavernas hasta el que aspira a llegar a otras galaxias. Y es así porque es una vocación natural la que impulsa al hombre a trascender, a ir más allá de lo evidente e intentar acercarse al misterio, haciéndolo capaz de Dios. Algo tendrá que ver aquello de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Es un sello indeleble, en cada persona, que busca su original.

Ese mundano pecador de Hipona, intelectual brillante de los siglos IV y V que luego fue San Agustín, después de probar de todo llegó a ciertas conclusiones sabias acerca de la verdad y el sentido de la vida. “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”, escribió Agustín al comenzar sus “Confesiones”, dándonos una pauta luminosa para entender cuál es la única fuente donde es posible saciar esa sed permanente que ni aturdidos por el éxito, la fama o el dinero es posible ignorar.

Ya sea en las multitudes que se reúnen en Ayacucho, en el Centro de Lima o en las procesiones de vía crucis que algunos veraneantes organizan en sus vecindarios playeros, se tratará siempre de un encuentro entre dos: Dios y cada individuo. La fe no es una ciencia ni un saber, tampoco un sentimiento o una emoción, es un don que se hace efectivo solo con el consentimiento de la persona libre y se concreta en su experiencia personal de encuentro con Dios.
Esta semana puede ser otra de diversión y descanso, pero también ocasión para religarnos con Aquel que, a tiempo y a destiempo, caídos o de pie, sordos o ciegos, de manera insistente nos llama por nuestro nombre.

En su estupendo libro “Dicen que ha resucitado”, el periodista italiano Vittorio Messori afirma que los acontecimientos de la vida, la muerte y la resurrección de Jesús o permanecen todos de pie o se vienen todos abajo. Quien cree en Él, le cree completo.

viernes, 3 de diciembre de 2010

General

Catholic.net
Autor: Fr. Thomas Rosica, C.S.B.

Fuente: zenit.org
¡Dime qué esperas y te diré quién eres!
Recordar las maravillas de Dios en la historia

La Iglesia ha entrado en el tiempo litúrgico de Adviento. Los cristianos proclaman que el Mesías ha venido realmente y que el reino de Dios está a nuestro alcance. El Adviento no cambia a Dios. El Adviento profundiza en nuestro deseo y en nuestra espera de que Dios realice lo que los profetas anunciaron. Rezamos para que Dios ceda a nuestra necesidad de ver y sentir la promesa de salvación aquí y ahora.

Durante este tiempo de deseo y de espera del Señor, se nos invita a rezar y a profundizar en la Palabra de Dios, pero estamos llamados ante todo a convertirnos en reflejo de la luz de Cristo, que en realidad es el mismo Cristo. De todas formas, todos sabemos lo difícil que es reflejar la luz de Cristo, especialmente cuando hemos perdido nuestras ilusiones, cuando nos hemos acostumbrado a una vida sin luz y ya no esperamos más que la mediocridad y el vacío. Adviento nos recuerda que tenemos que estar listos para encontrar al Señor en todo momento de nuestra vida. Como un despertador despierta a su propietario, Adviento despierta a los cristianos que corren el riesgo de dormirse en la vida diaria.

¿Qué esperamos de la vida o a quién esperamos? ¿Por qué regalos o virtudes rezamos en este año? ¿Deseamos reconciliarnos en nuestras relaciones rotas? En medio de nuestras oscuridades, de nuestras tristezas y secretos, ¿qué sentido deseamos encontrar? ¿Cómo queremos vivir las promesas de nuestro Bautismo? ¿Qué cualidades de Jesús buscaremos para nuestras propias vidas en este Adviento? Con frecuencia, las cosas, las cualidades, los regalos o las personas que buscamos y deseamos dicen mucho sobre quiénes somos realmente. ¡Dime qué esperas y te diré quién eres!

Adviento es un período para abrir los ojos, volver a centrarse, prestar atención, tomar conciencia de la presencia de Dios en el mundo y en nuestras vidas.

Nuestro Bautismo nos hace participar en la misión real y mesiánica de Jesús. Cada persona que participa en esta misión participa también en las responsabilidades regias, en particular, en el cuidado de los afligidos y de los heridos. Adviento ofrece la maravillosa oportunidad de realizar las promesas y el compromiso de nuestro Bautismo.

Benedicto XVI ha escrito que "el objetivo del año litúrgico consiste en recordar sin cesar la memoria de su gran historia, despertar la memoria del corazón para poder discernir la estrella de la esperanza. Esta es la hermosa tarea del Adviento: despertar en nosotros los recuerdos de la bondad, abriendo de este modo las puertas de la esperanza".

En este tiempo de Adviento, permítanme presentarles algunas sugerencias. Acaben con una riña. Hagan la paz. Busquen a un amigo olvidado. Despejen la sospecha y sustitúyanla por la confianza. Escriban una carta de amor.

Compartan un tesoro. Respondan con dulzura, aunque les gustara una respuesta brutal. Alienten a un joven a tener confianza en él mismo. Mantengan una promesa. Encuentren tiempo, tómense tiempo. No guarden rencor. Perdonen al enemigo. Celebren el sacramento de la reconciliación. Escuchen más a los otros. Pidan perdón si se han equivocado. ¡Sean gentiles aunque no se hayan equivocado! Traten de comprender. No sean envidiosos. Piensen antes en el otro.

Rían un poco. Ríanse un poco más. Gánense la confianza. Opónganse a la maldad. Sean agradecidos. Vayan a la iglesia. Quédense en la iglesia más tiempo de lo acostumbrado. Alegren el corazón de un niño. Contemplen la belleza y la maravilla de la tierra. Expresen su amor. Vuélvanlo a expresar. Exprésenlo más fuerte. Exprésenlo serenamente.

¡Alégrense porque el Señor está cerca!