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lunes, 11 de diciembre de 2023
jueves, 7 de octubre de 2021
jueves, 19 de agosto de 2021
lunes, 19 de julio de 2021
lunes, 4 de mayo de 2020
miércoles, 2 de septiembre de 2015
lunes, 7 de noviembre de 2011
Religión, Pastoral
Autor: P. Fernando Pascual L.C. | Fuente: Catholic net Darle a la confesión la importancia que merece | |||
Para el cristiano un tema central, decisivo, del cual depende la vida eterna de miles y miles de personas, es el de la confesión. | |||
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jueves, 18 de agosto de 2011
Religión, Pastoral
utor: Juan María Piñero | Fuente: hispanidad.com
Madrid: La capital del perdón | |||
El parque del Retiro tiene dispuestos 200 confesionarios donde los participantes podrán acudir a recibir el sacramento de la penitencia en 15 idiomas distintos | |||
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lunes, 1 de agosto de 2011
Religión, Pastoral
Fuente: Catholic.net.
Autor: Marco Tosatti | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it El secreto de confesión | |||
Hay casos en los que una parte de la confesión puede ser revelada a otros, pero siempre con el permiso del penitente y sin descubrir la identidad del mismo | |||
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lunes, 11 de julio de 2011
Religión, Pastoral
Autor: Miguel Carmena L. | Fuente: Catholic.net La Contrición | |||
¿Sigue siendo el elemento primario y más necesario del sacramento de la penitencia y condición indispensable para obtener el perdón de los pecados? | |||
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lunes, 30 de mayo de 2011
Religión, Pastoral
Autor: Fe y Familia | Fuente: www.feyfamilia.com ¿Puede un sacerdote revelar algún secreto de confesión? | |||
El sigilo sacramental es inviolable. El confesor que viola el secreto de confesión incurre en excomunión automática | |||
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jueves, 3 de marzo de 2011
Religión, Pastoral
Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
¿Contarle mis pecados a un sacerdote?
El sacerdote está haciendo un servicio, que es actuar en nombre de Cristo
¿Contarle mis pecados a un sacerdote?
Cristo, durante su vida pública hizo muchos actos públicos de perdón de los pecados y en ninguno aparece que pidiera la lista de pecados del pecador.
No hay que olvidar que la Sagrada Escritura es sólo uno de los caminos por los que llegamos a la Revelación de Cristo. El otro es la Tradición de la Iglesia, es decir, lo que aprendió la Iglesia a partir del testimonio directo de los apóstoles que vivieron junto a Jesús. De hecho, el Nuevo Testamento lo escriben los mismos apóstoles y discípulos que o bien vivieron junto a Jesús, como es el caso de Mateo y de Juan, o bien escucharon el testimonio de aquellos Apóstoles que vivieron en la intimidad con Él, como es el caso de Lucas y Marcos, por ejemplo. Y la Tradición ha sido siempre muy fiel a las enseñanzas de Jesucristo, fiel hasta dar la vida con tal de no modificar sus enseñanzas.
La primera Iglesia vivía una forma de confesión en la que se decían los pecados en privado al Obispo de la comunidad y luego se recibía la penitencia. En esto veía la Iglesia una forma de ser fiel a la dinámica de la Encarnación, que buscaba siempre la salvación del hombre a través de la naturaleza humana y al mismo tiempo respondía a una constante del corazón humano, que es la necesidad se saberse objetivamente perdonado, de escuchar "te perdono".
No se trata de confiar en el perdón, sino de tener la certeza de que Dios está actuando a través de medios humanos, según Él ha querido actuar siempre, desde su encarnación (Cf Mateo 18,18; Juan 20,23; Mateo 28,18-29). El sacerdote no está ahí por morbo, sino como conducto humano entre Dios y el hombre. Él olvida todo y no puede hacer uso de lo que tú le dices pues le obliga el secreto sacerdotal, que por gracia de Dios, nunca ha sido violado por ningún sacerdote en toda la historia de la Iglesia.
El sacerdote está haciendo un servicio, que es actuar en nombre de Cristo. Jesús podía conocer directamente al alma e incluso no hacía falta que hiciese público que perdonaba los pecados. Bastaba con su deseo y ya estaba. Que Él quisiera decir en público que los perdonaba era otra cosa, pero hoy no puede hacerlo. Necesita servirse de la Iglesia, que no tiene el poder de conocer el alma del pecador de modo intuitivo. Por eso escucha el pecado y da el perdón. Es una simple tarea de intermediario.
¿Cómo lo hacían en otras épocas en que no existía esta forma de confesión?
En todas las épocas de la vida de la Iglesia ha habido siempre una confesión individual. Hay muchos libros publicados por autores que se han dedicado a estudiarlo a fondo sobre documentos históricos y todos recogen siempre alguna forma de confesión individual. Es cierto que la forma de confesar los pecados que ahora vivimos fue instituida por los monjes irlandeses, pero antes, cuando se imponía públicamente la penitencia y se absolvía en público al penitente después de cumplirla, siempre la imposición de la penitencia estaba precedida de una exposición rigurosa de los pecados al obispo, cosa que se hacía en particular. También, muchas veces, la imposición de la penitencia solía hacerse en particular, excepto cuando se trataba de pecados públicos.
¿Se puede exigir al hombre de hoy esta única forma de confesión?
Sí. El hombre es una unidad psicosomática, es decir, compuesto de cuerpo y alma. Es claro que el perdón de los pecados es algo que se refiere al alma, pero también es claro que el ser humano necesita escuchar ese "te perdono" que da tanta tranquilidad. Seguramente, tú has tenido dificultades en tu trato con alguna persona a la que aprecias mucho. Siempre pasa en las relaciones humanas. ¿No es verdad que cuando quieres "arreglar las cosas" necesitas escuchar que la otra persona te perdona"? Si no, no te quedas tranquilo.
¿Debemos de dar tantas vueltas al tema, cuando creemos de verdad en la misericordia y el perdón de Dios?
No, si se las damos es porque nos cuesta aceptar que con un acto simple como exponer nuestros pecados y recibir la absolución de un sacerdote se nos perdone algo tan grave como es una ofensa a Dios. O también se las damos porque nuestra naturaleza herida por el pecado no quiere humillarse delante del confesor y prefiere arreglarse de otra forma.
¿No es mucho más importante el arrepentimiento sincero que el cumplimiento de una norma de la Iglesia?
Efectivamente, tanto que sin él no hay perdón de los pecados porque es la condición para alcanzarlo. Pero una cosa no quita la otra. El arrepentimiento, si es sincero, se expresa aceptando humildemente las normas de la Iglesia que no son inventadas, sino basadas en la Tradición de la Iglesia.
¿Contarle mis pecados a un sacerdote?
El sacerdote está haciendo un servicio, que es actuar en nombre de Cristo
¿Contarle mis pecados a un sacerdote?
Cristo, durante su vida pública hizo muchos actos públicos de perdón de los pecados y en ninguno aparece que pidiera la lista de pecados del pecador.
No hay que olvidar que la Sagrada Escritura es sólo uno de los caminos por los que llegamos a la Revelación de Cristo. El otro es la Tradición de la Iglesia, es decir, lo que aprendió la Iglesia a partir del testimonio directo de los apóstoles que vivieron junto a Jesús. De hecho, el Nuevo Testamento lo escriben los mismos apóstoles y discípulos que o bien vivieron junto a Jesús, como es el caso de Mateo y de Juan, o bien escucharon el testimonio de aquellos Apóstoles que vivieron en la intimidad con Él, como es el caso de Lucas y Marcos, por ejemplo. Y la Tradición ha sido siempre muy fiel a las enseñanzas de Jesucristo, fiel hasta dar la vida con tal de no modificar sus enseñanzas.
La primera Iglesia vivía una forma de confesión en la que se decían los pecados en privado al Obispo de la comunidad y luego se recibía la penitencia. En esto veía la Iglesia una forma de ser fiel a la dinámica de la Encarnación, que buscaba siempre la salvación del hombre a través de la naturaleza humana y al mismo tiempo respondía a una constante del corazón humano, que es la necesidad se saberse objetivamente perdonado, de escuchar "te perdono".
No se trata de confiar en el perdón, sino de tener la certeza de que Dios está actuando a través de medios humanos, según Él ha querido actuar siempre, desde su encarnación (Cf Mateo 18,18; Juan 20,23; Mateo 28,18-29). El sacerdote no está ahí por morbo, sino como conducto humano entre Dios y el hombre. Él olvida todo y no puede hacer uso de lo que tú le dices pues le obliga el secreto sacerdotal, que por gracia de Dios, nunca ha sido violado por ningún sacerdote en toda la historia de la Iglesia.
El sacerdote está haciendo un servicio, que es actuar en nombre de Cristo. Jesús podía conocer directamente al alma e incluso no hacía falta que hiciese público que perdonaba los pecados. Bastaba con su deseo y ya estaba. Que Él quisiera decir en público que los perdonaba era otra cosa, pero hoy no puede hacerlo. Necesita servirse de la Iglesia, que no tiene el poder de conocer el alma del pecador de modo intuitivo. Por eso escucha el pecado y da el perdón. Es una simple tarea de intermediario.
¿Cómo lo hacían en otras épocas en que no existía esta forma de confesión?
En todas las épocas de la vida de la Iglesia ha habido siempre una confesión individual. Hay muchos libros publicados por autores que se han dedicado a estudiarlo a fondo sobre documentos históricos y todos recogen siempre alguna forma de confesión individual. Es cierto que la forma de confesar los pecados que ahora vivimos fue instituida por los monjes irlandeses, pero antes, cuando se imponía públicamente la penitencia y se absolvía en público al penitente después de cumplirla, siempre la imposición de la penitencia estaba precedida de una exposición rigurosa de los pecados al obispo, cosa que se hacía en particular. También, muchas veces, la imposición de la penitencia solía hacerse en particular, excepto cuando se trataba de pecados públicos.
¿Se puede exigir al hombre de hoy esta única forma de confesión?
Sí. El hombre es una unidad psicosomática, es decir, compuesto de cuerpo y alma. Es claro que el perdón de los pecados es algo que se refiere al alma, pero también es claro que el ser humano necesita escuchar ese "te perdono" que da tanta tranquilidad. Seguramente, tú has tenido dificultades en tu trato con alguna persona a la que aprecias mucho. Siempre pasa en las relaciones humanas. ¿No es verdad que cuando quieres "arreglar las cosas" necesitas escuchar que la otra persona te perdona"? Si no, no te quedas tranquilo.
¿Debemos de dar tantas vueltas al tema, cuando creemos de verdad en la misericordia y el perdón de Dios?
No, si se las damos es porque nos cuesta aceptar que con un acto simple como exponer nuestros pecados y recibir la absolución de un sacerdote se nos perdone algo tan grave como es una ofensa a Dios. O también se las damos porque nuestra naturaleza herida por el pecado no quiere humillarse delante del confesor y prefiere arreglarse de otra forma.
¿No es mucho más importante el arrepentimiento sincero que el cumplimiento de una norma de la Iglesia?
Efectivamente, tanto que sin él no hay perdón de los pecados porque es la condición para alcanzarlo. Pero una cosa no quita la otra. El arrepentimiento, si es sincero, se expresa aceptando humildemente las normas de la Iglesia que no son inventadas, sino basadas en la Tradición de la Iglesia.
sábado, 14 de agosto de 2010
Religión, Pastoral
Autor: P. Fernando Pascual L.C. | Fuente: Catholic net Darle a la confesión la importancia que merece | |||
Para el cristiano un tema central, decisivo, del cual depende la vida eterna de miles y miles de personas, es el de la confesión. | |||
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lunes, 14 de septiembre de 2009
Religión

Fuente: Catholic.net.
Autor: Alejo Fernández Pérez Fuente: www.arbil.org
La Confesión como terapia
Los cristianos, el pueblo de Dios hace tiempo que tienen ojos y no ven, oidos y no oyen; y les cuesta mucho, muchísimo pedir perdón y reparar
Conocí a un personaje con un cargo importante. Un poco cegato de ojos y de mente. Se levantaba por las mañanas, entraba en la empresa y empezaba a dar cornadas – disposiciones y ordenes- a diestro y siniestro. De pronto veía a uno con las tripas fuera: ¿Juan, que te pasa?. ¿Que qué me pasa? Responde Juan, que me acabas de dar una "corná". ¿Quéee, cómooo, yooo? El tal personaje no sabía lo que hacía, pero tenía una rara virtud: Ante Dios y ante los hombres sabía pedir perdón y reparar los deperfectos.
Igualmente, los cristianos, el pueblo de Dios hace tiempo que tienen ojos y no ven, oidos y no oyen; y les cuesta mucho, muchísimo pedir perdón y reparar. Jesús sabía de que barro estamos hechos cuando suplicó: "Padre perdónalos porque no saben lo que hacen".
Una de las funciones esenciales del sacerdote es perdonar ¡siempre! los pecados, y perdonarlos a través de la confesión. En el Catecismo de la Iglesia Católica se sigue recomendando vivamente el sacramento de la penitencia. Un verdader milagro de amor. ¿Por qué nos confesamos tan poco hoy? Sin embargo, no oímos a ningún sacerdote advertir a las muchedumbres que se acercan a comulgar sobre el grave pecado de hacerlo en pecado mortal. Unos por otros y la casa sin barrer. ¿Hasta cuándo?
Hace poco, tras una reunión de niños con el Papa Juan Pablo II, una niña le pregunta: ¿Por qué hay que confesar frecuentemente? El Papa respondió: Y ¿Por qué barre y limpia la casa tu mamá todos los días? Aunque tenga poco polvo y suciedad la limpia sin esperar a que la casa huela mal y se convierta en una pocilga. Como el polvo, las pequeñas ofensas ensucian el alma y las amistades, y poco a poco esta suciedad, si no la eliminamos, nos acarreará serios disgustos.
Muchos religiosos y laicos tienen la norma de confesarse todas las semanas, pero ¿de que pecados? De los que nunca nos confesamos, del primero y principal de todos los mandamientos: De amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.
Así: El buen hijo nunca miente, roba, maltrata u ofende de cualquier otra forma a su Padre, pero el Padre no se conforma con eso, quiere ser amado, que se le trate con cariño, que le obedezcamos, que nos acordemos de su cumpleaños, le quitemos trabajo, le hagamos un regalito de vez en cuando, mantengamos conversaciones con él... Además, Cristo dijo: “El que me ama es el que cumple mis mandamientos”
Hay otras muchas cosas de las que tampoco se nos ocurre confesarnos ni pedir perdón:
a) De no hacer nuestros trabajos con la mayor perfección posible, de las chapuzas.
b) De conducir peligrosamente o con dos copas de más
c) De perder nuestro tiempo y hacérselo perder a los demás, una forma de robo como otra cualquiera.
d) De no hacer la vida amable a los que nos rodean gruñendo, criticando, murmurando siempre, sin decir una palabra de estímulo o amable a nadie; cosas que no matan pero hacen la vida triste.
e) De no agradecer nunca la comida con una palabra cariñosa a nuestra madre o esposa.
f) De no ayudar en las tareas de la casa, de maltratar a los inferiores, de no apagar la TV ante un programa peligroso, de no ayudar a los inmigrantes ni dar un euro para los afectados por terremotos, incendios, inundaciones...
Además, pedir perdón en cuanto "metemos la patita" es una forma inteligente de terminar rápidamente con discusiones y malentendidos.
Muy duro es pedir perdón a los hombres y muy grave para los cristianos no hacerlo ante Dios. Y sin pedir perdón y perdonar, no hay ni habrá nunca paz. Especialmente, hemos olvidado los pecados de omisión: "Todo lo bueno que pudimos hacer y no hicimos". Los gobernantes, no solo los políticos, nos dicen siempre lo que han hecho bien, los gobernados o la oposición lo que hicieron mal; pero ninguno nos dice nunca lo que tenían que haber hecho y no hicieron. A menudo lo más importante.
Por otra parte, en estos días en que tantas personas andan agobiada por depresiones, y ansiosas de paz y equilibrio espiritual, pocas terapias encontrarán tan gratificantes como una confesión bien hecha. Solo tiene un defecto: ¡ES GRATIS!
Autor: Alejo Fernández Pérez Fuente: www.arbil.org
La Confesión como terapia
Los cristianos, el pueblo de Dios hace tiempo que tienen ojos y no ven, oidos y no oyen; y les cuesta mucho, muchísimo pedir perdón y reparar
Conocí a un personaje con un cargo importante. Un poco cegato de ojos y de mente. Se levantaba por las mañanas, entraba en la empresa y empezaba a dar cornadas – disposiciones y ordenes- a diestro y siniestro. De pronto veía a uno con las tripas fuera: ¿Juan, que te pasa?. ¿Que qué me pasa? Responde Juan, que me acabas de dar una "corná". ¿Quéee, cómooo, yooo? El tal personaje no sabía lo que hacía, pero tenía una rara virtud: Ante Dios y ante los hombres sabía pedir perdón y reparar los deperfectos.
Igualmente, los cristianos, el pueblo de Dios hace tiempo que tienen ojos y no ven, oidos y no oyen; y les cuesta mucho, muchísimo pedir perdón y reparar. Jesús sabía de que barro estamos hechos cuando suplicó: "Padre perdónalos porque no saben lo que hacen".
Una de las funciones esenciales del sacerdote es perdonar ¡siempre! los pecados, y perdonarlos a través de la confesión. En el Catecismo de la Iglesia Católica se sigue recomendando vivamente el sacramento de la penitencia. Un verdader milagro de amor. ¿Por qué nos confesamos tan poco hoy? Sin embargo, no oímos a ningún sacerdote advertir a las muchedumbres que se acercan a comulgar sobre el grave pecado de hacerlo en pecado mortal. Unos por otros y la casa sin barrer. ¿Hasta cuándo?
Hace poco, tras una reunión de niños con el Papa Juan Pablo II, una niña le pregunta: ¿Por qué hay que confesar frecuentemente? El Papa respondió: Y ¿Por qué barre y limpia la casa tu mamá todos los días? Aunque tenga poco polvo y suciedad la limpia sin esperar a que la casa huela mal y se convierta en una pocilga. Como el polvo, las pequeñas ofensas ensucian el alma y las amistades, y poco a poco esta suciedad, si no la eliminamos, nos acarreará serios disgustos.
Muchos religiosos y laicos tienen la norma de confesarse todas las semanas, pero ¿de que pecados? De los que nunca nos confesamos, del primero y principal de todos los mandamientos: De amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.
Así: El buen hijo nunca miente, roba, maltrata u ofende de cualquier otra forma a su Padre, pero el Padre no se conforma con eso, quiere ser amado, que se le trate con cariño, que le obedezcamos, que nos acordemos de su cumpleaños, le quitemos trabajo, le hagamos un regalito de vez en cuando, mantengamos conversaciones con él... Además, Cristo dijo: “El que me ama es el que cumple mis mandamientos”
Hay otras muchas cosas de las que tampoco se nos ocurre confesarnos ni pedir perdón:
a) De no hacer nuestros trabajos con la mayor perfección posible, de las chapuzas.
b) De conducir peligrosamente o con dos copas de más
c) De perder nuestro tiempo y hacérselo perder a los demás, una forma de robo como otra cualquiera.
d) De no hacer la vida amable a los que nos rodean gruñendo, criticando, murmurando siempre, sin decir una palabra de estímulo o amable a nadie; cosas que no matan pero hacen la vida triste.
e) De no agradecer nunca la comida con una palabra cariñosa a nuestra madre o esposa.
f) De no ayudar en las tareas de la casa, de maltratar a los inferiores, de no apagar la TV ante un programa peligroso, de no ayudar a los inmigrantes ni dar un euro para los afectados por terremotos, incendios, inundaciones...
Además, pedir perdón en cuanto "metemos la patita" es una forma inteligente de terminar rápidamente con discusiones y malentendidos.
Muy duro es pedir perdón a los hombres y muy grave para los cristianos no hacerlo ante Dios. Y sin pedir perdón y perdonar, no hay ni habrá nunca paz. Especialmente, hemos olvidado los pecados de omisión: "Todo lo bueno que pudimos hacer y no hicimos". Los gobernantes, no solo los políticos, nos dicen siempre lo que han hecho bien, los gobernados o la oposición lo que hicieron mal; pero ninguno nos dice nunca lo que tenían que haber hecho y no hicieron. A menudo lo más importante.
Por otra parte, en estos días en que tantas personas andan agobiada por depresiones, y ansiosas de paz y equilibrio espiritual, pocas terapias encontrarán tan gratificantes como una confesión bien hecha. Solo tiene un defecto: ¡ES GRATIS!
miércoles, 6 de mayo de 2009
Religión

Autor: Remedios Falaguera Silla Fuente: Catholic.net
Casarse por la Iglesia es un chollo
Una de las razones fundamentales es saber que cuando nos casamos nos entregamos el uno al otro por entero
SÍ, han leído bien. El amor de “uno con una y para siempre” es posible. Y no me voy a dejar “arrugar” por prejuicios que obstaculicen su defensa . A pesar de las rupturas familiares producidas en España - una cada 3,6 minutos-, y de los dramas personales, familiares y sociales que se derivan de ellas; a pesar de que la cultura dominante ataca frontalmente y sin escrúpulos al cristianismo; a pesar de la marea que nos envuelve del “todo vale” en el amor, el sexo y la convivencia; a pesar de todo ello, ... no me voy a dejar avasallar. ¿Y por qué? Sencillamente, porque la gracia sacramental que Dios concede a los que se quieren unir en su presencia, existe, y yo soy testigo de ello. Les cuento: Llevo casada 24 años con el mismo hombre. Raro en esta época, ¿verdad? Y les puedo asegurar que si no hubiera sido por la gracia que Dios concede a los que juntos quieren realizar su proyecto de amor de por vida, “lo nuestro” no hubiera funcionado. Es más, dice un amigo común de la infancia que nuestro matrimonio es la 6ª prueba de la existencia de Dios. ¿Cómo es posible que dos personas tan distintas hayan podido vivir juntas durante tantos años y se quieran hoy muchísimo más que el día que se comprometieron? Sin querer extenderme mucho, creo que una de las razones fundamentales es saber que cuando nos casamos nos entregamos el uno al otro por entero; no sólo lo que éramos entonces, sino todo lo que íbamos a ser juntos desde entonces; en palabras mas conocidas, porque nos entregamos el uno al otro “para toda la vida”; ser conscientes de esta realidad (que nos es una ilusión, sino que se puede tocar con las manos) nos ayuda a resolver nuestras pequeñas diferencias, nuestras quejas, nuestros problemillas... Porque no nos preocupa tanto si “el otro yo” es la persona ideal , como el hecho de trabajar para ser nosotros la persona apropiada para él. Porque el deseo de dar y compartir es superior a la avaricia de poseer. Porque la lealtad, el respeto, la amistad y el amor son los fundamentos de nuestra fidelidad. Porque saber pedir perdón y echarle mucho sentido del humor nos ayuda a volver a encarrilar nuestro sueño… ¿Inalcanzable? ¡No! Por eso, nosotros, como muchos otros, hemos dedicado para que esto funcione miles de horas, alguna que otra lágrima y cantidades enormes de sonrisas. Solo así tenemos la seguridad de que, por muchas pruebas que tengamos que sortear a lo largo de nuestro camino juntos, “lo nuestro” es para toda la vida. ¡Porque NUNCA estamos solos, como decía San Pablo: "Quien inició en vosotros esta buena obra, la irá consumando". Ya lo siento por los que se lo pierden! ¡Tal vez aún estén a tiempo!
Una de las razones fundamentales es saber que cuando nos casamos nos entregamos el uno al otro por entero
SÍ, han leído bien. El amor de “uno con una y para siempre” es posible. Y no me voy a dejar “arrugar” por prejuicios que obstaculicen su defensa . A pesar de las rupturas familiares producidas en España - una cada 3,6 minutos-, y de los dramas personales, familiares y sociales que se derivan de ellas; a pesar de que la cultura dominante ataca frontalmente y sin escrúpulos al cristianismo; a pesar de la marea que nos envuelve del “todo vale” en el amor, el sexo y la convivencia; a pesar de todo ello, ... no me voy a dejar avasallar. ¿Y por qué? Sencillamente, porque la gracia sacramental que Dios concede a los que se quieren unir en su presencia, existe, y yo soy testigo de ello. Les cuento: Llevo casada 24 años con el mismo hombre. Raro en esta época, ¿verdad? Y les puedo asegurar que si no hubiera sido por la gracia que Dios concede a los que juntos quieren realizar su proyecto de amor de por vida, “lo nuestro” no hubiera funcionado. Es más, dice un amigo común de la infancia que nuestro matrimonio es la 6ª prueba de la existencia de Dios. ¿Cómo es posible que dos personas tan distintas hayan podido vivir juntas durante tantos años y se quieran hoy muchísimo más que el día que se comprometieron? Sin querer extenderme mucho, creo que una de las razones fundamentales es saber que cuando nos casamos nos entregamos el uno al otro por entero; no sólo lo que éramos entonces, sino todo lo que íbamos a ser juntos desde entonces; en palabras mas conocidas, porque nos entregamos el uno al otro “para toda la vida”; ser conscientes de esta realidad (que nos es una ilusión, sino que se puede tocar con las manos) nos ayuda a resolver nuestras pequeñas diferencias, nuestras quejas, nuestros problemillas... Porque no nos preocupa tanto si “el otro yo” es la persona ideal , como el hecho de trabajar para ser nosotros la persona apropiada para él. Porque el deseo de dar y compartir es superior a la avaricia de poseer. Porque la lealtad, el respeto, la amistad y el amor son los fundamentos de nuestra fidelidad. Porque saber pedir perdón y echarle mucho sentido del humor nos ayuda a volver a encarrilar nuestro sueño… ¿Inalcanzable? ¡No! Por eso, nosotros, como muchos otros, hemos dedicado para que esto funcione miles de horas, alguna que otra lágrima y cantidades enormes de sonrisas. Solo así tenemos la seguridad de que, por muchas pruebas que tengamos que sortear a lo largo de nuestro camino juntos, “lo nuestro” es para toda la vida. ¡Porque NUNCA estamos solos, como decía San Pablo: "Quien inició en vosotros esta buena obra, la irá consumando". Ya lo siento por los que se lo pierden! ¡Tal vez aún estén a tiempo!
viernes, 17 de abril de 2009
Religión, Persona, Familia y Relaciones Humanas

Autor: Mons. Juan del Río Martín Fuente: www.diocesisdejerez.org
Primeras Comuniones
No todo se reduce a organizar y acompañar a los niños en ese día y después desentenderse
El derroche de algunas familias con ocasión de la Primera Comunión de sus hijos nada tiene que ver con la austeridad festiva que habla la Iglesia, ni con las enseñanzas de las catequesis que han recibido los niños en las parroquias.
Desgraciadamente el ambiente consumista que invade ese acto cristiano oscurece lo esencial de la recepción por primera vez del Sacramento de la Eucaristía.
El Papa recuerda en una catequesis de primera Comunión que impartió en forma de coloquio a unos cien mil niños en octubre de 2005, que la primera Comunión no debería ser la última, sino el comienzo de un camino juntos, “porque yendo con Jesús vamos bien, nuestra vida es buena”. La alegría del momento, la belleza del misterio, la limpieza del corazón de nuestros niños y niñas es un reclamo a los mayores para buscar la felicidad en lo imperecedero del amor de Dios que nunca pasa.
Pero los niños le preguntaron al Papa: “Jesús está presente en la Eucaristía. Pero ¿cómo? Yo no lo veo”. Benedicto XVI respondió: “Sí, no lo vemos, pero hay muchas cosas que no vemos y que existen y son esenciales. Por ejemplo, no vemos nuestra razón; y sin embargo, tenemos razón…no vemos nuestra alma y, sin embargo, existe y vemos sus efectos…En una palabra, precisamente las cosas más profundas, que sostienen realmente la vida y el mundo, no las vemos, pero podemos ver, sentir sus efectos…”. Así, la primera Comunión de nuestros niños cristianos, es una ocasión para levantar nuestra mirada de lo puramente material donde muchos piensan que está la verdad de la vida y sin embargo el fraude y la desilusión está al orden del día.
En cambio, las cosas invisibles son las más profundas e importantes para dar consistencia a la vida personal, a la convivencia humana y a seguir el camino del bien.
Respecto a la preguntan sobre la utilidad que tiene ir a misa, el Papa le respondiendo no sólo al niño sino también a toda la cultura pragmatista de nuestra época “Sirve para hallar el centro de la vida…Si Dios está ausente en mi vida, si Jesús está ausente en mi vida, me falta orientación, me falta una amistar esencial, me falta una alegría que es importante para la vida. Me falta también la fuerza para crecer como hombre, para superar mis vicios y madurar humanamente”. Lo verdaderamente importante de la catequesis y de la celebración de las primeras Comuniones: es que nuestros chavales descubran lo grande que es ser cristiano, amigo y discípulo de Jesucristo Nuestro Salvador y Redentor. Es en el seno de la Iglesia Católica donde se le conoce y se le ama plenamente.
Por otra parte, los padres cristianos tienen su responsabilidad en el crecimiento y maduración de la fe de sus hijos, acarreada por el hecho de la decisión libre de que sus hijos reciban la Primera Comunión. Por ello, no todo se reduce a organizar y acompañar a los niños en ese día y después desentenderse. Es necesario el acompañamiento espiritual y formativo de la familia. Que los chicos vean a sus padres vivir los valores del Evangelio, que rezan, leen las Sagradas Escrituras y participan de los Sacramentos. De esta manera, las futuras generaciones de cristianos comprenderán que no podemos vivir sin la Misa como momento primordial para crecer en la fe y vivir en la caridad.
Primeras Comuniones
No todo se reduce a organizar y acompañar a los niños en ese día y después desentenderse
El derroche de algunas familias con ocasión de la Primera Comunión de sus hijos nada tiene que ver con la austeridad festiva que habla la Iglesia, ni con las enseñanzas de las catequesis que han recibido los niños en las parroquias.
Desgraciadamente el ambiente consumista que invade ese acto cristiano oscurece lo esencial de la recepción por primera vez del Sacramento de la Eucaristía.
El Papa recuerda en una catequesis de primera Comunión que impartió en forma de coloquio a unos cien mil niños en octubre de 2005, que la primera Comunión no debería ser la última, sino el comienzo de un camino juntos, “porque yendo con Jesús vamos bien, nuestra vida es buena”. La alegría del momento, la belleza del misterio, la limpieza del corazón de nuestros niños y niñas es un reclamo a los mayores para buscar la felicidad en lo imperecedero del amor de Dios que nunca pasa.
Pero los niños le preguntaron al Papa: “Jesús está presente en la Eucaristía. Pero ¿cómo? Yo no lo veo”. Benedicto XVI respondió: “Sí, no lo vemos, pero hay muchas cosas que no vemos y que existen y son esenciales. Por ejemplo, no vemos nuestra razón; y sin embargo, tenemos razón…no vemos nuestra alma y, sin embargo, existe y vemos sus efectos…En una palabra, precisamente las cosas más profundas, que sostienen realmente la vida y el mundo, no las vemos, pero podemos ver, sentir sus efectos…”. Así, la primera Comunión de nuestros niños cristianos, es una ocasión para levantar nuestra mirada de lo puramente material donde muchos piensan que está la verdad de la vida y sin embargo el fraude y la desilusión está al orden del día.
En cambio, las cosas invisibles son las más profundas e importantes para dar consistencia a la vida personal, a la convivencia humana y a seguir el camino del bien.
Respecto a la preguntan sobre la utilidad que tiene ir a misa, el Papa le respondiendo no sólo al niño sino también a toda la cultura pragmatista de nuestra época “Sirve para hallar el centro de la vida…Si Dios está ausente en mi vida, si Jesús está ausente en mi vida, me falta orientación, me falta una amistar esencial, me falta una alegría que es importante para la vida. Me falta también la fuerza para crecer como hombre, para superar mis vicios y madurar humanamente”. Lo verdaderamente importante de la catequesis y de la celebración de las primeras Comuniones: es que nuestros chavales descubran lo grande que es ser cristiano, amigo y discípulo de Jesucristo Nuestro Salvador y Redentor. Es en el seno de la Iglesia Católica donde se le conoce y se le ama plenamente.
Por otra parte, los padres cristianos tienen su responsabilidad en el crecimiento y maduración de la fe de sus hijos, acarreada por el hecho de la decisión libre de que sus hijos reciban la Primera Comunión. Por ello, no todo se reduce a organizar y acompañar a los niños en ese día y después desentenderse. Es necesario el acompañamiento espiritual y formativo de la familia. Que los chicos vean a sus padres vivir los valores del Evangelio, que rezan, leen las Sagradas Escrituras y participan de los Sacramentos. De esta manera, las futuras generaciones de cristianos comprenderán que no podemos vivir sin la Misa como momento primordial para crecer en la fe y vivir en la caridad.
miércoles, 18 de marzo de 2009
Religión
Artículo tomado de la web Catholic. net.
Autor: Miguel Rivilla San Martín Fuente: http://www.periodismocatolico.com/

Autor: Miguel Rivilla San Martín Fuente: http://www.periodismocatolico.com/
Comulgar sin confesar
Muchos de los que se acercan a comulgar no reunen las condiciones necesarias para ello
Cualquier observador atento de las celebraciones litúrgicas habrá constatado un fenómeno generalizado que se está convirtiendo en algo normal. A saber: -Ha disminuido alarmantemente, el número de fieles que acceden al sacramento del perdón. - Ha aumentado considerablemente, el número de fieles que se acercan a comulgar. - Bastantes celebraciones sacramentales (bautizos, bodas, funerales... ), para muchos asistentes, son meros actos sociales. La enseñanza de la Iglesia, basada en la Palabra de Dios, ha sido constante a lo largo de los siglos. Siempre ha enseñado que para comulgar, se precisa estar en gracia de Dios -sin pecado grave en la conciencia- y guardar el ayuno pertinente. En la preciosa encíclica del Papa Juan Pablo II sobre la Iglesia y la Eucaristía en su nº 36c, el Papa ha dejado clara la enseñanza oficial de la Iglesia expuesta en el Catecismo, en el Código de Derecho canónico y “la vigencia de la norma del Concilio de Trento concretando la severa exhortación del apóstol Pablo, al afirmar que, para recibir dignamente la Eucaristía, “debe preceder la confesión de los pecados, cuando uno es consciente de pecado mortal”. No es exagerado afirmar que muchos de los que se acercan a comulgar no reunen las condiciones necesarias para ello; sea por ignorancia, por falta de fe, por rutina o mimetismo (¿dónde va Vicente?..) o por estar en pecado grave, incluso años sin confesarse etc... Esta praxis está llevando a una trivialización del sacramento principal de la Iglesia y a un falseamiento de la conciencia de muchos bautizados. Los responsables directos de cada celebración eucarística (abusos, sacrilegios etc ...) son los ministros ordenados, obispos y sacerdotes, que presiden las mismas. A falta de una catequesis adecuada y previa ¿No cabría una advertencia hecha con todo respeto a los presentes, antes de dar la comunión?. Verbi gratia. NO HAY OBLIGACIÒN DE ACERCARSE A COMULGAR... Los que vayan a hacerlo, examinen su conciencia ante Dios y vean si están en su santa gracia. El tomar conciencia de este fenómeno es urgente, muy grave y de la máxima responsabilidad. ACTÚESE EN CONSECUENCIA.
Muchos de los que se acercan a comulgar no reunen las condiciones necesarias para ello
Cualquier observador atento de las celebraciones litúrgicas habrá constatado un fenómeno generalizado que se está convirtiendo en algo normal. A saber: -Ha disminuido alarmantemente, el número de fieles que acceden al sacramento del perdón. - Ha aumentado considerablemente, el número de fieles que se acercan a comulgar. - Bastantes celebraciones sacramentales (bautizos, bodas, funerales... ), para muchos asistentes, son meros actos sociales. La enseñanza de la Iglesia, basada en la Palabra de Dios, ha sido constante a lo largo de los siglos. Siempre ha enseñado que para comulgar, se precisa estar en gracia de Dios -sin pecado grave en la conciencia- y guardar el ayuno pertinente. En la preciosa encíclica del Papa Juan Pablo II sobre la Iglesia y la Eucaristía en su nº 36c, el Papa ha dejado clara la enseñanza oficial de la Iglesia expuesta en el Catecismo, en el Código de Derecho canónico y “la vigencia de la norma del Concilio de Trento concretando la severa exhortación del apóstol Pablo, al afirmar que, para recibir dignamente la Eucaristía, “debe preceder la confesión de los pecados, cuando uno es consciente de pecado mortal”. No es exagerado afirmar que muchos de los que se acercan a comulgar no reunen las condiciones necesarias para ello; sea por ignorancia, por falta de fe, por rutina o mimetismo (¿dónde va Vicente?..) o por estar en pecado grave, incluso años sin confesarse etc... Esta praxis está llevando a una trivialización del sacramento principal de la Iglesia y a un falseamiento de la conciencia de muchos bautizados. Los responsables directos de cada celebración eucarística (abusos, sacrilegios etc ...) son los ministros ordenados, obispos y sacerdotes, que presiden las mismas. A falta de una catequesis adecuada y previa ¿No cabría una advertencia hecha con todo respeto a los presentes, antes de dar la comunión?. Verbi gratia. NO HAY OBLIGACIÒN DE ACERCARSE A COMULGAR... Los que vayan a hacerlo, examinen su conciencia ante Dios y vean si están en su santa gracia. El tomar conciencia de este fenómeno es urgente, muy grave y de la máxima responsabilidad. ACTÚESE EN CONSECUENCIA.
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