
Domingo, 28 de setiembre del 2008
Perfil Óscar Allain Cottera. Estampas costeñas
La vida de las urbes costeñas y de sus citadinos personajes de mediados del siglo XX fue registrada con singularidad por Óscar Allain. Una muestra de su obra se aprecia ahora en la Casona de San Marcos.
Por: Ghiovani hinojosaFotos: Claudia Alva
Las siete de la mañana es una buena hora para que Óscar Allain ya haya sido levantado a ladridos por su perro, desayunado a la volada lo que el día disponga y sentado frente a su lienzo a fantasear marineras y caletas costeñas. Sus 86 años recién cumplidos han transcurrido sin importarle si su apellido lleva tilde y si su condición de bisnieto de ciudadano francés ha influido, de alguna forma, en su apasionada forma de arte.
"Soy chiclayano nacido en Lima", ironiza el pintor con aire jocoso. Su taller concentra la experiencia de 70 años describiendo el Perú, sus costumbres y mujeres. Allain, hi

Santa rosa. Acrílico sobre lienzo (Izquierda).
Óscar Allain Cottera siempre fue un criollazo. "He tirado mucho para el norte, la costa. Soy muy criollo, me gusta el canto y la guitarra", señala. Pero también se desvivió en largos viajes imaginando el otro Perú. Son famosos sus recorridos por Huánuco, Ayacucho, Cusco, Puno y Tacna. En Arequipa se detuvo un año "estudiando la luz de la zona", y en Iquitos fue profesor de arte invitado por el pintor Ángel Chávez López, su compañero de trazos y mar.
El mar, un escenario sublime para él. Lo retrató en Santa Rosa, uno de esos balnearios lambayecanos en que la cultura mochica instaló la sagrada costumbre de pescar para hervir, luego, un chilcano o caldo marino concentrado. Y es que Allain, como retratista y dibujador de paisajes, se ha caracterizado por colorear lo cotidiano, aquella amalgama de situaciones diarias que representan el empuje peruano y su laboriosa alegría.
LAS FLORISTAS. Acrílico sobre lienzo (al lado).
De otra forma no se puede describir aquel lienzo suyo en que dos mujeres caminan de espaldas, con paquetes de flores amarillas y rojas descansando sobre sus cabezas. Al fondo, se difumina el camino que deben continuar, "como yendo a buscar oportunidades", según el artista. Es ineludible observar la presencia de la mujer peruana en su obra como motivo importante de actividad creadora. Pero no sólo se trata de pintar a las féminas, según Allain, sino de darles movimiento.

Primero el lenguaje
En algún momento de su vida, cuenta el pintor, se hizo locutor y boxeador. La cima de lo primero llegó una noche de los años cuarenta, cuando participó del Noticiero Nacional de la desaparecida Radio Central. Por otro lado, el deporte de los golpes fue una verdadera tentación para él: sólo un consejo de su amigo Max Aguirre, promotor deportivo descorazonado por los tristes finales de algunos boxeadores, logró apartarlo de sus intenciones. "Quería hacerme luchador profesional, si no hubiera obedecido su recomendación, hoy estaría bajo tierra lleno de tumores y cicatrices".
Así, su vida fue un compendio de oficios. Pero lo versátil de esta actitud lo contrasta con lo detallista que es al momento de bosquejar una playa marrón de olas tímidas. Se trata de la forma artística que, según él, es la columna vertebral de los pintores que luego les permite explayarse con contenidos diversos de acuerdo con cada realidad. "Yo me he afanado siempre en la técnica para hacer un buen cuadro. Primero aprendo el lenguaje, luego puedo hablar".
Y su voz pronuncia cerros sobre cielos de costas y guitarristas criollos ardiendo en el fuego de su música. Todo debido a su primigenia preocupación por el manejo del color, la composición y la armonía, conceptos que empezó a aprender en la Escuela Nacional de Bellas Artes y perfeccionó en un recorrido por los principales museos de Europa, en que conoció la obra de maestros como el español Diego Velázquez o el holandés Rembrandt.
Allain autodefine su estilo pictórico como "expresionismo telúrico", es decir, un intento por exagerar las figuras representadas con el fin de lograr mayor impacto visual, abordando tópicos propios de su mismo terruño. Tal vez por ello el artista Juan Manuel Ugarte lo considera el continuador de la "línea expresiva localista que introdujera el indigenismo y que persiste en aquellos pintores peruanos que sienten el arte no como especulaciones modernoides, sino como conmemoración de tipos, usos y costumbres".
Es esta impresión la que deja el "Homenaje a Óscar Allain Cottera", una exposición de sus perlas de arte figurativo que remiten desde un baile de vals costeño hasta la faena de los pescadores del litoral peruano. El acogedor salón de muestra se encuentra en el Centro Cultural San Marcos y estará abierto al público hasta el 19 de octubre. El conjunto de obras, pertenecientes a la colección privada de William y Cristina Kallop, conmueve a quien busca un poco de Perú.
Existo, luego pinto
"No soy pintor de cosas, sino de sensaciones. Si trazo una jarana es porque yo he sido uno de los jaranistas, si pinto un borracho es porque yo lo he sido", señala el artista con contundencia. Para él, como para una larga tradición de creadores, sólo se puede hacer arte de lo que se ha vivenciado, en todo el sentido del término. "Pinto lo que está pegado a mí; no hablo de mis sueños, sino de mi realidad. Cuando voy a la playa, me saturo de la sal del mar, de la humedad y de la arena". Leer artículo completo
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