jueves, 4 de diciembre de 2008

Ciencias Sociales, Cultura empresarial

El Comercio 4 de diciembre del 2008

PUNTO DE VISTA
¿Qué hacemos con el dólar?
Por Carlos Adrianzén. Economista*

En la época de la abuelita, cuando creíamos que podíamos controlarlo todo, el Banco Central escogía el tipo de cambio. Se creía que nuestros técnicos tenían la razonable capacidad de fijarlo bien y ajustarlo oportunamente. En medio de costosísimas crisis cambiarias aprendimos --o debimos hacerlo-- que esto es errado hasta la médula.

Es que en ambientes institucionalmente débiles, a pesar del celo de los profesionales del instituto emisor, los directorios de los bancos centrales siempre caen en la tentación de perder competitividad (al ofrecer un dólar barato) y soltar liquidez nominal generosamente. Bajo este esquema, después de alguna fase populista, venían las inevitables y usualmente incompletas devaluaciones con los llamados costos sociales (una consecuencia directa de la farra previa). Tan recurrente resultaba el desmanejo cambiario, que el vocablo clave era "atraso cambiario". Medir eso --cuánto se requería devaluar para no perder competitividad y evitar una crisis externa-- era la pregunta del millón.

Hoy muchos creen que tenemos un dólar libre. Tácitamente se asume que las fuerzas del mercado determinan qué tan escasas resultan las divisas, y que por esto no podemos caer en los errores del pasado. Están equivocados. Hoy el BCR tiene como objetivo manejar --léase, controlar-- el tipo de cambio. Solo entre abril del 2007 y abril del 2008 el BCR compró US$16.174 millones para mantener relativamente fijo el tipo de cambio nominal. Pocas semanas después, entre junio y octubre, vendió --léase, quemó-- US$4.875 millones con el mismo fin.

Dado este apego ya no tan discreto a mantener un tipo de cambio nominal, a nadie debe sorprender que hayamos cumplido más de un año perforando el límite máximo de la meta inflacionaria, ni que se culpe a lo externo de tal complicación.
Pero, ¿por qué resulta tan importante preguntarnos qué hacer con el dólar? Pues resulta que en años de vacas gordas, con demandas y términos de intercambio en el cielo, mantener un tipo de cambio distorsionado a la discreción del BCR llegó a parecer algo de menor o poca importancia. Sin embargo, en tiempos de vacas flacas, cuando otros competidores directos devalúan y cuando exportar se hace mucho más difícil, la opción de cargar un dólar rígido y distorsionado a discreción de un directorio resulta algo crecientemente discutible.
Cualquier economista sabe que en materia cambiaria no hay maravilla curativa. Y todos coincidimos usualmente en que lo mejor sería un régimen cambiario lo más estable posible (en términos nominales) y lo más flexible posible en términos reales (descontando la inflación externa e interna). Pero también se conoce que un régimen que opta por mantener un tipo de cambio fijo (o casi fijo) y que aplica una política monetaria expansiva --bajo escenarios locales poco competitivos y globales recesivos-- se estaría, previsiblemente, metiendo en problemas.




* UNIVERSIDAD DE SAN MARTÍN DE PORRES

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