El Comercio 29 de octubre del 2009
PUNTO DE VISTA
¿Jalando la pita?
Por: Carlos Adrianzén Economista*
Muchas veces creer en lo que la mayoría repite no es lo más aconsejable. Hoy por hoy, por ejemplo, no son pocos los que corean que la última caída del dólar local se da en la medida en que nos hemos tranquilizado.
De hecho, los creyentes acérrimos en la actual política monetaria sostienen que se actúa apropiadamente, moderando hipotéticos excesos de volatilidad y sin modificar la tendencia del tipo de cambio nominal. Esta última afirmación no soporta la menor revisión.
Desde hace ya un buen tiempo, toda tendencia persistente (ya sea a la baja o al alza) ha sido bloqueada por compras o ventas masivas de divisas en el mercado local.
Por ejemplo, entre abril del 2007 y marzo del 2008, el BCR se “vio obligado” a comprar más de US$16.000 millones; mientras que posteriormente (cuando la crisis global inquietó la plaza) y para evitar que el precio local de la divisa se elevase, el instituto emisor vendió alrededor de US$7.000 millones.
Definitivamente, dada la escala de las intervenciones, su discutible esterilización (con certificados del mismo BCR, otra forma de base monetaria) y el derrumbe de nuestro comercio exterior, pocos se atreverían a sostener que no se ha manipulado el tipo de cambio.
La siguiente pregunta aquí implica ponderar si es cierto —como algunos sostienen— que no existe un manejo alternativo. La respuesta aquí es elemental: siempre existe un esquema cambiario alternativo. De hecho, cualquier esquema cambiario bien manejado puede proporcionarnos estabilidad nominal y flexibilidad real.
El actual esquema cambiario, en el cual el BCR —con un límite arbitrariamente bajo a las inversiones en el exterior de las AFP— antepone un supuesto afán por moderar volatilidades cambiarias, por encima del cumplimiento de su meta inflacionaria, ha probado ser un fracaso. El motor de la economía —las exportaciones— están en caída libre, y con ellas el crecimiento económico del país.
Contrariamente a lo que supone una visión complaciente, el BCR debe abandonar el actual esquema cambiario.
Una forma inteligente de transitar hacia un régimen de tipo de cambio flotante se daría elevando hasta un 60% el límite máximo a las inversiones de los ahorros de los trabajadores en las AFP, previa coordinación con el Congreso.
Sobre esta base, en adelante todos los instrumentos del instituto emisor deberían enfocarse en lo fundamental: defender una inflación baja. El mercado debe determinar el precio del dólar.
Por más que exista un cierto stock de reservas internacionales, el mantenernos manipulando un tipo de cambio nominal implica una figura muy compleja e incierta, donde la baja competitividad de nuestra economía y la débil reputación de la autoridad monetaria local pueden tarde o temprano desencadenar un cuadro de ajuste no deseado.
(*) DIRECTOR DE LA ESCUELA DE ECONOMÍA DE LA UNIVERSIDAD DE SAN MARTÍN DE PORRES
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