El Comercio 19 de noviembre del 2009
SI QUIERES LA PAZ, PREPÁRATE PARA LA PAZ
¿Cuál es la diferencia entre inteligencia y espionaje?
Por: Mario Pasco Cosmópolis Abogado
Todo país por su propia seguridad requiere de información sensible de sus vecinos, e incluso de otros países. Eso forma parte de las relaciones internacionales normales. De qué medios se vale para obtenerla es lo que puede darle legitimidad o negársela.
El espionaje, en cambio, es la desviación perversa de la inteligencia, la intromisión grosera en los secretos ajenos, basada sobre todo en la felonía y la deslealtad.
Por eso, el reciente descubrimiento de actividades de espionaje practicadas con la complicidad traidora de peruanos ha crispado las relaciones con Chile, llevándolas al nivel más tenso de que se tenga memoria en las últimas décadas.
Ello sucede, además, en circunstancias en que esas relaciones se encontraban en situación crítica.
Lo llamativo es que esta nueva confrontación se suma a una inexplicable cadena de desaciertos de los políticos y diplomáticos chilenos, a quienes tradicionalmente se ha tendido a considerar más bien hábiles y sagaces.
Recordemos. Hace pocas semanas, las Fuerzas Armadas chilenas programaron maniobras militares y las bautizaron operación Salitre, en inocultable y penosa alusión a la causa real de la Guerra del Pacífico, en el siglo XIX.
Para peor, la hipótesis de guerra para esa operación insinuaba una repetición de la triangularidad de ese malhadado conflicto bélico, que sigue siendo una herida abierta en la memoria histórica de nuestro país. Eso, además, en el contexto de una carrera armamentista sin parangón.
Y cuando el presidente Alan García lanza la propuesta de un acuerdo internacional para promover la paz y la concordia entre los pueblos, lo que recibe desde el sur es un destemplado paralelo con el acuerdo pérfido que firmaron Hitler y Stalin, que fue la plataforma de lanzamiento nada menos que para la II Guerra Mundial.
Tantos errores en tan corto tiempo llaman la atención. ¿Qué hay detrás? ¿Quién promueve el armamentismo: los halcones de la guerra, los traficantes de armas, los nacionalistas exacerbados? Sin duda, los encontraremos a ambos lados de la frontera, siempre dispuestos a sacrificar el futuro en los altares sangrientos del pasado.
Por cierto, en este nuevo incidente el Gobierno Chileno no va a reconocer responsabilidades. Formas elegantes de hacerlo existen, pero la coyuntura electoral parece hacerlas inviables, ya que podrían afectar su imagen y, por rebote, la de su candidato presidencial.
Por tanto, no tendrá otra alternativa que refugiarse detrás del ocultamiento y la negativa escapista. La consecuencia previsible es que relaciones de por sí difíciles se seguirán enturbiando.
Solo mejorarán —si acaso— cuando nuestro vecino comprenda, y sobre todo asuma, que las relaciones bilaterales serán tanto más fructíferas cuanto más sinceras y cordiales. Es tiempo ya de superar el viejo adagio “Si vis pacem para bellum” que un presidente sudamericano ha desaprensivamente traído a colación hace pocos días, para sustituirlo por otro que diga: “Si quieres la paz, prepárate para la paz”.
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