domingo, 27 de diciembre de 2009

Ciencias, Ciencias Sociales

El Comercio 24 de diciembre del 2009

PUNTO DE VISTA

Réquiem para Copenhague
Por: Erik Struyf Corresponsal en Bruselas

Cuando una casa comienza a incendiarse, a nadie se le ocurriría perder minutos preciosos en decidir a qué compañía de bomberos llamar o en optar por una u otra salida para ponerse a salvo. En el caso del clima, un absurdo similar sí se ha hecho realidad: ante la emergencia del calentamiento global, los líderes del mundo —los que tienen voz y voto— al final de cuentas han decidido posponer una vez más la puesta en marcha de una estrategia sensata para enfrentarlo.

Frenar el alza de la temperatura del planeta fundamentalmente equivale a quemar menos petróleo, carbón y gas. Usar menos combustibles fósiles implica modificar el modo de vida. Los estadounidenses no están dispuestos a dejar de conducir autos que parecen tanques para ir a comprar a la vuelta de la esquina toneladas de alimentos con qué atiborrar sus gigantescas refrigeradoras. Y los chinos, embarcados apenas en el tren del desarrollo, no están dispuestos a que les cancelen un festín que hasta hace poco les era esquivo.

Citamos a estadounidenses y chinos porque son voraces “energívoros” (casi la mitad de las emisiones planetarias salen de sus chimeneas y tubos de escape). Pero no son los únicos. La realidad es que muy pocos están dispuestos a asumir los altos costos que en el corto plazo implicaría cerrar el caño de la gasolina o el kerosene y desarrollar el uso de las energías renovables. Menos aun si el vecino no hace otro tanto: cuestión de no ceder ventajas a la competencia.

Es así como una cumbre preparada durante dos años y una cruzada emprendida hace más de una década pudo desembocar en un desenlace tan raquítico y decepcionante. Aparte de un fondo de emergencia para el clima (insuficiente), destinado a los países pobres y la promesa de movilizar fondos en el largo plazo, Copenhague dejó para después lo urgente: no se fijaron metas obligatorias de reducción de emisiones para los países industrializados ni se establecieron mecanismos razonables para monitorear las acciones de mitigación de emisiones prometidas por los países emergentes.

Eso no es todo. Las reuniones interminables que arrojan la decisión de seguir reuniéndose permanecerán en el menú pese a que los glaciares andinos y el Ártico se derriten sin freno y las sequías o las heladas malogran las cosechas de cientos de miles de campesinos: en Copenhague ni siquiera se decidió proyectar la Conferencia del Clima 16, que tendrá lugar en México en diciembre del 2010, como la reunión final para definir el plan mundial contra el calentamiento del planeta.

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