ESTADO PERUANO PIDIÓ PERDÓN A AFROPERUANOS
Avances y retrocesos del racismo
Por: Wilfredo Ardito Abogado
La resolución suprema por la cual el Estado Peruano pide perdón al pueblo afroperuano por los agravios sufridos durante siglos es un hito fundamental en la lucha contra el racismo en el Perú, porque este extendido problema paradójicamente era negado tanto por quienes practicaban el racismo como por sus víctimas.
Sin embargo, esta no es la única paradoja del racismo en nuestra sociedad: mientras en otros países este es un problema que padece una población minoritaria, en el Perú lo sufre la mayoría de los habitantes que son de rasgos mestizos, andinos o africanos.
Otra paradoja es que en otros países, el racismo aparece muy vinculado con la xenofobia.
En el Perú, son las personas de rasgos indígenas quienes sufren más racismo. En ocasiones, también los extranjeros de apariencia similar pueden padecer racismo, como ha sucedido con visitantes de Bolivia, Ecuador, México o Guatemala.
Una paradoja adicional es que el racismo ha sido internalizado, es decir, los mismos discriminados suelen estar convencidos de su inferioridad. Incluso desde el punto de vista estético, muchos peruanos andinos y mestizos están convencidos de que no son atractivos. Podemos decir que el racismo ha sido una ideología victoriosa, porque las personas discriminadas suelen actuar con menor seguridad y confianza en sí mismas que la minoría de origen europeo.
Finalmente, el racismo es ejercido por la misma población discriminada entre sí. Vigilantes, choferes y policías suelen discriminar a las personas que se parecen a ellos. Con mucha frecuencia un turista de rasgos europeos será tratado con sumisión por los mismos empleados de un hotel, un museo o un restaurante que en cambio tratarán con desdén a otro turista parecido a ellos.
Las personas de rasgos andinos son asociadas a una capacidad intelectual inferior, tendencia a cometer delitos y a no decir la verdad. Igualmente, se considera que son ociosos, impuntuales y propensos al alcoholismo. De esta forma, la pobreza que viven los campesinos andinos no obedece a problemas de desarrollo o infraestructura, sino a ellos mismos. Así, su sufrimiento no interpela a otros peruanos, porque es considerado casi natural. Por eso, la violencia ocurrida entre 1980 y 1992 no generó ni mucha solidaridad ni mucha preocupación.
Los prejuicios son similares hacia la población negra o afrodescendiente, con la particularidad de que se trata de una minoría, por lo que también los indígenas y los mestizos los discriminan. A diferencia de los indígenas, además, desde tiempos coloniales, negros y negras eran percibidos con atractivo sexual, pero esto no quiere decir que sean considerados personas con los mismos derechos. Uno de los problemas que genera esta situación es el turismo sexual.
Finalmente, también puede producirse el racismo hacia las personas de rasgos blancos o europeos, con el estereotipo que son adinerados, prepotentes y arrogantes.
En ocasiones ocurren manifestaciones de intolerancia hacia ellos, como pueden atestiguar algunos limeños que han visitado otros lugares del país.
Sin embargo, aunque estas expresiones son condenables y deben ser erradicadas, no pueden compararse al racismo extendido hacia la población de rasgos andinos y africanos que ha tenido manifestaciones sumamente violentas en nuestra historia.
Los peruanos tenemos que aprender a apreciar la diversidad étnica y cultural como una riqueza, eliminando las barreras de desconfianza y temor.
El racismo no es natural, es una creación histórica. Hizo mucho daño a nuestro país y sus consecuencias todavía subsisten, pero la resolución suprema puede abrir el camino para que el Estado y la sociedad empiecen a enfrentarlo seriamente.
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