
COMENTARIO DEL EDITOR
La lección del 5 de abril de 1992
Por: Juan Paredes Castro
Martes 6 de Abril del 2010
A 18 años del autogolpe del 5 de abril de 1992, la democracia en el Perú y en América Latina aún no logra superar el histórico complejo de que no puede ser fuerte y eficiente.
Y este complejo es, a su vez, tan arraigado que las tentaciones y las prácticas autocráticas y dictatoriales buscan permanentemente tomar su lugar, como lo vemos con alarma en Venezuela y con preocupante cargo a inventario en Bolivia y Ecuador.
Ni qué decir de su asomo en el horizonte electoral peruano de aquí al 2011.
Las tentaciones y prácticas de este tipo se acentúan aun más si los índices de insatisfacción de las democracias y sus controles son elevados y si las sociedades sienten que estas y sus instituciones (Gobierno, Congreso, partidos) no las representan ni en el poder ni en las bases.
El autogolpe de Alberto Fujimori inauguró en el Perú y en la región una nueva manera de tomar el control absoluto del poder a partir de una elección libre y democrática, cuyos votos, secuestrados de facto, no pasaron por ninguna consulta popular que de una u otra forma avalara el cambio.
La aberrante explicación que entonces dio el régimen fue que la democracia que había encontrado no se bastaba a sí misma para asegurar la gobernabilidad que el país demandaba, principalmente frente a la amenaza criminal del terrorismo.
¿No es que en el fondo los golpistas del momento estaban reconociendo, en sus propios actos inconstitucionales, su incapacidad de dotar precisamente de fuerza, eficiencia y represión legal y justa al sistema democrático, o revelando, en otra dimensión, un proyecto cívico-militar de largo plazo que incluía la participación corrupta de algunas cúpulas militares?
A la luz del, al mismo tiempo, lejano y cercano 5 de abril de 1992, el Gobierno, el Congreso, el Poder Judicial, el Ministerio Público y los partidos políticos, tienen que hacer que nuestro sistema democrático no solo sea fuerte, eficiente y representativo de verdad sino que también lo parezca.
Eso hará que nuestra sociedad y nuestras instituciones sean menos vulnerables a las tentaciones autocráticas y nuestros votos y nuestras leyes nunca más secuestrados por el poder ni por un gánster como Montesinos
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