«La buena información que está oculta es inútil; la mala información que está fácilmente disponible es nefasta»
martes, 2 de noviembre de 2010
Ciencias Sociales
EL RIGOR DE LA TAREA CIENTÍFICA
¿Ciencia o lucha?
Por: Richard Webb Economista
Martes 2 de Noviembre del 2010
Unos mil sociólogos, historiadores, economistas, antropólogos, politólogos y otros estudiosos de la vida colectiva se reunieron en Toronto hace un mes para asistir a la XXIX Reunión Anual de la Asociación de Estudios de América Latina. En su mayoría eran estadounidenses, pero hubo también latinoamericanos, europeos y asiáticos.
Supuestamente estaban allí para compartir sus avances y descubrimientos científicos, pero más que reunión de investigadores en busca de conocimiento, el evento fue una reunión de luchadores, una especie de rally político para compartir denuncias, argumentos y aliento a favor de la revolución. En realidad, de varias revoluciones.
La relación estrecha entre el activismo político y las ciencias sociales no es nueva, pero sí lo es la variedad de causas que ahora animan a los participantes; un afloramiento comparable a la cocina fusión, que combina la vieja lucha de clases con una diversidad de nuevas banderas: el género, el niño, el indígena, lo étnico, la identidad cultural, los derechos humanos y la democracia, la discriminación racial, y el medio ambiente.
Como el consumidor de supermercado, el que busca una causa tiene ahora para todos los gustos. Incluso, los fieles de la antigua lucha de clases han refrescado su contienda con una maniobra semántica: el enemigo ya no es capitalismo sino el neoliberalismo, rebautizo que permite esquivar la incomodidad del franco capitalismo que ostentan Rusia y China.
La ascendencia del activismo por encima del conocimiento tiene larga historia en el Perú, y fue ilustrado en el discurso de aceptación del Premio Martin Diskin otorgado en Toronto al distinguido antropólogo peruano Carlos Iván Degregori, del Instituto de Estudios Peruanos.
A lo largo de su vida profesional, Degregori ha producido estudios académicos de rigor, pero el recuento dejó en claro que su vocación mayor ha sido el trabajo, hombro a hombro, en las trincheras. Y pocos colegas en esas trincheras han logrado contribuir también en el frente científico.
Admiro el sacrificio para mejorar la sociedad, pero lamento el descuido de la ciencia social.
La guerra contra los males sociales es compleja, y apenas avanzamos contra algunos de esos males, surgen otros. Pero, en toda guerra, la ciencia es una poderosa arma. Venceremos la discriminación, la contaminación, la corrupción, el crimen y el abuso del poder en la medida en que lleguemos a conocernos mejor, separando el activismo directo, donde se gana con pasión y maña, de la tarea científica, donde el avance requiere de frialdad y paciencia.
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