lunes, 28 de marzo de 2011

General






CUESTIÓN DE ESTADO

La revolución educativa
Por: Raúl Diez Canseco T*
Lunes 28 de Marzo del 2011

El jueves 3 de marzo El Comercio posibilitó que los aspirantes al sillón presidencial de Palacio de Gobierno llegaran, matices más o menos, a un extraordinario y multipartidario consenso en un tema largamente esperado por millones de peruanos: la revolución educativa que, puesta en acción todos sus componentes a partir del próximo 28 de julio, pondría en un tiempo prudencial a nuestro país en el Olimpo de las naciones triunfadoras del siglo XXI.

Así, la transformación educativa será, por unanimidad, una cuestión de Estado que nos permitiría transitar por la doble estrategia de la que nos habla León Trahtemberg: “Levantar el piso del conjunto de los alumnos, pero a la vez empezar a forjar una vanguardia de jóvenes del más alto nivel”.

Sin embargo, no todo será color de rosa: para el conocido experto educativo, este propósito difícilmente se podrá lograr si el Ministerio de Educación mantiene políticas rígidas y uniformizadoras. Este hecho viene a colación de lo resaltado en el reciente “Informe de seguimiento de la educación para todos en el mundo”, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). El estudio reconoce mejoras en el bienestar de los niños más pequeños y subraya: “En los países en desarrollo, uno de cada tres niños –esto es, 195 millones en total– padece de mal nutrición con los consiguientes daños irreparables que esto entraña para su desarrollo cognitivo y sus perspectivas educativas a largo plazo”. Agrega: “El ritmo de disminución del número de niños sin escolarizar es demasiado lento. En el 2008 había aún 67 millones de niños privados de escuela en todo el mundo. Los progresos hacia la escolarización universal se han desacelerado. Si persisten las tendencias actuales, en el 2015 el número de niños sin escuela podría ser superior al actual”.

Este diagnóstico se parece a lo que ocurre en nuestro medio, fundamentalmente en el sector rural donde por múltiples factores las condiciones educativas son muy precarias y desalentadoras. Es allí donde la desesperanza campea, la extrema pobreza muerde y la ignorancia encadena; es el territorio donde existen más de 70 mil centros poblados rurales en los que vive el tercio de la población del Perú y donde más debemos alentar ese vivir “libre del temor” de la que nos hablan los principios constitutivos de la ONU.

Si logramos desatar esas amarras, de seguro seguiremos hablando en el futuro del problema carcelario y de la llamada universidad del delito. Sin embargo, de esa otra gran cárcel llamada ignorancia –en la que hubo miles de condenados de por vida y donde los internos eran inocentes y el gran culpable el Estado– apenas quedarán las cenizas de sus terribles secuelas, que separan al mundo entre los que saben y no saben, entre quienes aprovechan la oportunidad de la educación y la frustración de los que no tienen la formación adecuada para ser parte del mercado laboral competitivo.

Clausuradas las cárceles más injustas que hubo en el mundo y en marcha la revolución de la educación, pasaremos a ese primer gran salto que significa que miles de padres de familia se sientan esperanzados en ver cómo sus hijos son seguros candidatos al mundo de las oportunidades. Y, entonces, la iniquidad y las desigualdades empezarán a ceder y el viejo anhelo de los peruanos, por fin, verá cuajarse en la realidad: un Estado emprendedor y una educación de calidad que garanticen la construcción del futuro de los seres humanos desde el primer aliento.

“En el Perú, hay que ‘construir educando y educar construyendo’, son procesos paralelos que la realidad social exige que marchen juntos”. Esta brillante reflexión se lee en la página 15 del libro “12 aportes a la tarea del desarrollo en el Perú”, escrito en 1963, hace casi medio siglo, nada menos.

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