lunes, 10 de octubre de 2011

General






CULTURA POLÍTICA

El valor de los valores

Por: Ernesto Velit Granda Analista político
Lunes 10 de Octubre del 2011
Hablar de valores, a propósito del sistema, es hablar de cultura política. Al buscar definir los espacios en que se pretende ejercer la actividad política, los valores deben ocupar lugar de privilegio.
Podríamos decir que en el ejercicio de esa actividad, los sujetos se prolongan a través de los valores y se incorporan así a la dinámica del sistema. La importancia que cada uno conceda a estos valores estará en razón directa a la manera como ellos hayan penetrado en el desenvolvimiento de cada individuo y en la moral que lo condiciona.
El valor implica una cultura, una forma de expresión, una manifestación de la condición humana.
Sin embargo, no es de extrañar que muchas veces el ejercicio irracional – hasta salvaje – de la política haga que a esos mismos valores se les pretenda conceder significados más acordes con los intereses de grupo que con la correspondencia que marca la moral. Así, nuevamente la relación medios y fines se convierte en un maridaje perverso y el bien común se transforma en un valor extraño.
Hacemos estas reflexiones porque, no obstante el poco tiempo transcurrido desde el inicio del presente gobierno, ya parecen acumularse sombras y nubosidades que nos restan luz y nos dificultan la claridad.
Sabemos que una gobernabilidad no marcha si determinados parámetros como disciplina, autoridad, legitimidad, transparencia, no se cumplen en la dimensión que la ley señala. Pero todo ello, para ser auténtico, requiere acompañarse de la participación ciudadana en la redistribución del poder y en la perfección del sistema. Siempre habrá, inevitablemente, susceptibilidades afectadas.
Por ejemplo, las reacciones a la voluntad de querer democratizar el ejercicio de la diplomacia, aunque sabemos que se llegará, finalmente, a comprender y justificar.
La ley de la consulta previa, que abre horizontes de diálogo respetuoso y ensaya habilidades, las nuevas visiones en lo tributario, la política a aplicar con el gas, las coordinaciones con el trabajo fecundo de la Municipalidad de Lima, la lealtad, en suma, con el compromiso contraído.
Aquí hay espacio para el juego de valores y su responsabilidad en el ejercicio de la cultura política.
Pero frente a ellos se levantan los antivalores que, con el disfraz de defender a muchos, encubren intereses específicos y buscan llegar al poder o no abandonarlo, y pretenden enmascarar las incongruencias entre sus feudos políticos y el bien colectivo.
Los valores se trastocan cuando la improvisación, el pago de favores, la lealtad mal entendida, el parentesco, pretenden orientar la conducta de los que gobiernan y deciden por los demás. Aquí el error resulta catastrófico, y si no se tienen presentes valores y responsabilidad en la toma de decisiones no lograremos disipar las nieblas que nos envuelven hace tiempo, como una maldición bíblica. La ecología política nos enseña a tomar conciencia de esos riesgos.
De lo contrario, concluiremos, como sucede con el actual Parlamento, que todo es más de lo mismo.

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