martes, 20 de marzo de 2012

Comunicación






LA PELIGROSA MANIPULACIÓN DE LAS PALABRAS

La gramática no tiene ideología

Por: Rossana Echeandía Periodista
Martes 20 de Marzo del 2012
No es políticamente correcto, pero no me resigno. Un apasionado debate en España me ha devuelto el ánimo. Allá como acá, los excesos para lograr la ‘visibilidad’ de la mujer en el lenguaje son causa de muchas confusiones y en algunos casos llega al ridículo.
El informe que el lingüista español Ignacio Bosque publicó hace unos días desató la ira en contra suya. No obstante, 500 académicos que lo respaldan coinciden en que la gramática no tiene ideología, por lo que resulta inapropiado forzar la lengua para fomentar que la mujer tenga más ‘visibilidad’.
En el Perú no llegamos a los extremos que se ensayan en la cuna del idioma, pero sí hay intentos que atentan contra la economía del lenguaje y la naturalidad del habla.
No es políticamente correcto, por ejemplo, decir: vecinos de Lima; no, debe decirse: vecinos y vecinas de Lima, o peruanos y peruanas, niños y niñas, de lo contrario se supone que las mujeres debemos sentirnos discriminadas. Yo, particularmente, no me siento.
Otro lingüista español, Ignacio M. Roca, toma fragmentos de la Constitución venezolana como ejemplo extremo de esta práctica: “Solo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o Contralora General de la República…”.
Imagínense tener que redactar una nota informativa desdoblando el uso genérico del masculino en cada caso o hablar de esa manera. Haga la prueba.
En España, diversas instituciones que promueven un “lenguaje no sexista” elaboraron unas guías para impulsarlo; sin embargo, cumplirlas a cabalidad les ha significado tener escritos tan alambicados que algunos han optado, según refiere Bosque, “por sacrificar la visibilidad a la naturalidad y a la eficacia”. Al fin y al cabo, el lenguaje exige eso: naturalidad y eficacia.
La cosa no queda allí. Desde hace algunos años, los promotores de la ideología de género han tenido éxito al introducir términos que significan una cosa para decir otra. La palabra ‘género’, por ejemplo, ha reemplazado a ‘sexo’, a pesar de que tienen distintos significados.
Y no hace mucho el Congreso peruano ha consagrado en una ley un error evidente: el asesinato de una mujer por su pareja masculina es un delito de feminicidio (palabra que no existe en el diccionario). Si lo que se quiere es ‘feminizar’ la palabra ‘homicidio’, el significado no es equivalente. Homicidio es el asesinato de una persona por otra, ya sea del propio o del otro sexo. También la podemos acercar a ‘genocidio’, pero entonces el término, en todo caso, tendría que significar: “exterminio o eliminación sistemática de mujeres por razón de su sexo”, lo que tampoco satisface el significado que arbitrariamente se le ha dado.
No hay duda de que la defensa del derecho de la mujer a un trato igual al hombre merece esfuerzos de la sociedad entera, pero esos esfuerzos no pueden estar basados en el error lingüístico y la manipulación de la lengua.

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