EL ESPECIALISTA
Los clientes que perdí
Por: Arturo Ferrari (*)
El amnésico. Jamás existieron los días en los que se limitaba a observar con envidia cómo eran otros los que recibían la luz de los reflectores. Su memoria solo guarda los primeros recortes de periódico en donde sus palabras figuran debidamente entrecomilladas. Se convirtió en fuente confiable. No recuerda aquel oscuro período en el cual nadie sabía de su existencia. Mucho menos quién lo ayudó a dejar el anonimato.
El amigo. “Soy amigo de varios periodistas”, es un cliché que no es raro escuchar al iniciarse una relación de trabajo. Sonriente, distendido, el cliente pone las cosas en claro. Tiempo después nos recibe con el rostro desencajado. Él o su empresa fueron hechos trizas por quien pensaba era un incondicional. Solo atina a decir: “¡Pero, si era mi amigo!”.
El justiciero. “Hay que castigar a los periodistas”, es su comentario favorito. Al sentirse traicionado, tiene ánimo de venganza. Exige que no se le vuelva a enviar información a quien le clavó un puñal. Será dura la tarea de convencerlo de hacer lo contrario y dar la otra mejilla.
El ocurrente. Todo lo que él dice o su empresa hace es de una absoluta novedad. Se trata de algún producto mejorado o el inicio de una campaña. Apenas sea comunicada, los periodistas llamarán para obtener más detalles y darle las gracias por tamaña información. Imagina cómo será la cobertura del día siguiente.
El amnésico II. “Esto sí es realmente importante”. Escucharemos esta frase en más de una oportunidad de los labios de la misma persona. Todavía no nos hemos recuperado de su última exigencia cuando asoma con alguna otra idea. No importan los logros anteriores. Esta es la que cuenta.
No responda ningún e-mail inmediatamente después de haber recibido uno de alguno de ellos. Tampoco se apresure a devolver una llamada telefónica. Conservará el cliente y, quizá, no verá mellada su reputación.
(*) Gerente de Comunicaciones de Muñiz, Ramírez, Pérez-Taiman & Olaya Abogados
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