PERSPECTIVAS HACIA UN VERDADERO DESARROLLO SOSTENIDO
Estado de bienestar
Por: Luis Carranza Ex ministro de Economía y Finanzas
Para llegar al verdadero Estado del bienestar se necesitan dos condiciones. Por un lado, se requieren políticas e instituciones que promuevan la inversión, la innovación y un uso más eficiente de los recursos, todo lo cual lleva un fuerte crecimiento económico. Por otro lado, se requieren programas sociales bien diseñados y correctamente implementados que logren mejorar la calidad de vida de la población, reduciendo la desigualdad y generando mayor igualdad en las oportunidades de las personas.
Los efectos del crecimiento económico en la mejora de las condiciones de vida de las personas son dramáticos. Como ejemplo extremo veamos la situación de las dos Coreas luego de tomar caminos opuestos después de la guerra. Una persona que vive en Corea del Sur no solo tendrá un ingreso promedio 15 veces más alto que si viviera en Corea del Norte, sino que vivirá casi 15 años más y la probabilidad de que se muera su hijo al nacer será doce veces menor. ¡Tanta diferencia en la calidad de vida simplemente por nacer unos pocos kilómetros más al sur!
En el caso peruano, el fuerte y sostenido crecimiento de los últimos años ha llevado a una significativa reducción de la pobreza. En el 2004, alrededor de 6 de cada 10 peruanos estaba en situación de pobreza, al 2010 solo 3 de cada 10 peruanos está en situación de pobreza. Pero no solamente se ha mejorado la situación económica sino que también la situación social ha mejorado. Cuando al crecimiento, que genera recursos fiscales para gastar, se unen programas sociales bien focalizados los resultados pueden ser espectaculares. Es el caso de la desnutrición infantil.
Según información preliminar, el porcentaje de niños menores de 5 años con desnutrición crónica al 2011 sería de 15,2%. Un avance enorme al que no se ha hecho ningún reconocimiento. A inicio de los 90, la desnutrición infantil estaba cerca de 40%. El crecimiento económico, junto con mayores recursos en programas sociales logró reducir la desnutrición a niveles de 25%, básicamente por reducciones en las zonas urbano-marginales, pero sin afectar significativamente las zonas rurales. Estos porcentajes se mantuvieron casi inalterados hasta mediados de la década pasada. La implementación del programa articulado nutricional, dentro de una lógica de presupuesto por resultados, que implicaba atacar las causas de la desnutrición, alinear los recursos fiscales en función de la población objetivo, monitorear la distribución de insumos y verificar los resultados, llevó a una reducción de casi 10 puntos porcentuales en unos pocos años. Este logro insospechado se debió no solo a los mayores recursos fiscales dedicados a vacunas y al programa de consejería a las madres (programa CRED) sino a la modalidad de aplicación.
Hay pocas cosas tan escalofriantes como comparar el desarrollo neuronal de un niño desnutrido y el de un niño con adecuado nivel de nutrición. Entonces se puede entender los bajos niveles de aprobación escolar en las zonas rurales del país y, por consiguiente, los bajos ingresos futuros de los adultos que sufrieron desnutrición en los tres primeros años de vida.
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