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jueves, 11 de octubre de 2012
miércoles, 14 de septiembre de 2011
Religión, Pastoral
Fuente: es.catholic.net
Autor: Álvaro Fernández Texeira-Nunes | Fuente: Revista ARBIL La intolerancia de los tolerantes | |||
No se tolera el orden, ni la autoridad, ni la jerarquía, ni nada que ponga obstáculos a la "libertad" | |||
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jueves, 21 de julio de 2011
Ciencias Sociales
COLUMNA DEL DIRECTOR
Tolerancia y poder
Por: Francisco Miró Quesada Rada
Jueves 21 de Julio del 2011
Estas palabras que pueden pertenecer a una persona contemporánea del mundo globalizado se escribieron hace más de 2.000 años. Su autor: el afamado historiador romano Tácito. Su valor: el haberlas escrito en una de las sociedades más intolerantes, la imperialista y esclavista Roma.
Pero como a lo largo de la historia hubo y todavía sigue habiendo intolerancias, así en plural porque existen muchas formas, el tema ha sido tratado hasta la saciedad por autores famosos a los que podemos llamar “forjadores de la tolerancia”. Mencionemos a los más conocidos: Hume, Locke, Stuart Mill, Spinoza, Montesquieu, Voltaire y Kant.
La propuesta de ser tolerante entre los seres hermanos se inició a partir de las luchas religiosas, cuando en 1572 durante la noche de San Bartolomé se masacraron en Francia a 10.000 hugonotes (protestantes) a instancia de los católicos intransigentes de la Liga. Las luchas religiosas han sido feroces y si bien los católicos fueron perseguidos, ellos también persiguieron, solo basta recordar la Inquisición, que todavía la llamaban “santa”. Con el devenir de los tiempos se logró la libertad de credo y el respeto por las diversas creencias religiosas. Fue el triunfo de la razón.
“Nadie comete delito por razones de sus opiniones” es un enunciado jurídico de validez mundial aceptado por las constituciones modernas. Pero en cuanto al poder, como subrayaba Locke en su “Carta sobre la tolerancia”, es la autoridad la que debe ser tolerante con las críticas de la oposición, de esta manera garantiza la libertad de crítica que se convierte en un mecanismo de control social sobre el poder.
Para recordar: el racismo, la homofobia, xenofobia, sexismo (discriminación de la mujer), el imperialismo, el colonialismo,el fundamentalismo y las dictaduras son formas despreciables de intolerancia. Impidámoslas y combatámoslas en el Perú.
Como dice la Unesco en su Declaración de Principios de Tolerancia promulgado en 1995, significa: “Respeto, aceptación y apreciación de la rica diversidad de culturas de nuestro mundo”.
miércoles, 16 de marzo de 2011
Orientación y Consejería
ENSEÑE A VALORAR LAS DIFERENCIAS
Fomente el respeto a los demás
Miércoles 16 de Marzo del 2011
La escuela es un espacio donde los chicos practican muchas de las enseñanzas y costumbres que aprenden en el hogar, sean positivas o negativas. En el ámbito escolar el niño interactúa con sus pares, que quizá tienen otras costumbres y crianza. Por ello, es importante fomentar el respeto hacia los demás y a las diferencias que existen entre las personas.
“El respeto a otros se origina en el respeto que cada miembro de la familia se tiene a sí mismo. Nace de la relación entre los padres y se fundamenta en el amor que se profesan. Es una fuente de fuerza familiar que nace desde los padres y alcanza a cada uno de los integrantes del hogar, según sus propias singularidades, y da a cada miembro lo que necesita. Lo que los niños vean en casa lo incorporarán a su vida como un modo de ser y relacionarse. Por ello un factor para tener en cuenta, en la promoción del respeto, son los modelos de comportamiento y socialización que le brindamos al niño”, indica el doctor César Chinguel, investigador del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad de Piura.
Ponerse en el lugar del otro, lo que conocemos como empatía, es una herramienta para que los niños tengan relaciones interpersonales satisfactorias y libres de prejuicios. “La empatía –añade Chinguel– es dar valor a la dignidad del otro. Y se fomenta enseñando a los niños que todas las personas –ellos incluidos– tenemos dignidad, sin importar la procedencia, raza, condición cultural o socioeconómica”.
Los padres deben explicar a sus hijos que las personas son susceptibles de caer en el error, y que hay que rechazar el error pero no a la persona, a la que se le debe respeto y consideración, los mismos que esperamos para nosotros.
PUNTO DE VISTA
Dele espacio a las emociones
La empatía es una habilidad básica para las relaciones interpersonales. Nos permite captar las emociones de los que están a nuestro alrededor y lo que pueden estar experimentando en ese momento.
Puede desarrollarse desde la infancia, si los padres sintonizan con las emociones del niño. Es decir, darle espacio a la expresión emocional de los hijos brindándoles el soporte que necesitan, lo cual implica ayudarlos a modular sus expresiones afectivas. No ignore las emociones ni las tolere exageradamente. Es necesario respetar los sentimientos de los niños para que ellos aprendan a respetar los de los demás, pues cuando se sienten queridos y aceptados, aprenden a querer y aceptar a otros.
ADHARA AMPUERO PSICÓLOGA CLÍNICA.
PARA TENER EN CUENTA
Inteligencia emocional
Rosario Pantoja, psicoterapeuta del centro Reconciliar, indica que se puede fomentar la empatía a través de una buena comunicación y escucha activa en el hogar. Es decir, prestando atención a lo que los niños deseen comunicar. Cuando el niño se siente escuchado aprende a escuchar.
Aldo Pissani, psicólogo de la Asociación de Clínicas Particulares del Peru (ACP), resalta la importancia de la inteligencia emocional entre la cantidad de competencias intelectuales que engloban la inteligencia mental. Se debe favorecer en las escuelas la expresión emocional, las habilidades sociales, la empatía, la escucha activa; tanto como la psicomotricidad o la adquisición del lenguaje. Entrenar a los niños, desde muy pequeños, en estas aptitudes emocionales, será la base del desarrollo de una sana autoestima, de entablar relaciones interpersonales adecuadas y de aprender a trabajar en equipo.
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Orientación y Consejería, Persona, Familia y Relaciones Humanas

Catholic.net
Autor: Enrique Soros Fuente: anticatolicismohoy.blogspot.com
¿Tolerancia? ¿Cómo dijo?
Valores básicos en los que se sustenta la sociedad, construida sobre las actitudes de respeto, tolerancia y diálogo
En el Primer Mundo la tolerancia se ha convertido en un tema muy importante. Pero claro, tolerancia de los cristianos para con los no cristianos, nunca al revés. Porque, créase o no, hay personas que afirman sentirse ofendidas cuando en un país de mayoría cristiana, se les dice Feliz Navidad. Entonces se cambia el Feliz Navidad por Felices Fiestas. Pero en realidad, se piensa en Feliz Navidad, porque todos saben que es LA fiesta. Como dice el inglés: Jesus is the reason for the Season. (como algunas tarjetas dicen "Season´s greetings" -felices fiestas-, el dicho afirma: "Jesús es la razón de las fiestas".
La idea es quitar a Dios del medio. Del gobierno, de la vida pública, de la vida privada... Que Dios no interfiera con nosotros! Y después nos preguntamos por qué estamos como estamos...
Bueno, así surgen instituciones como la American Family Association, con más de un millón de adherentes, que razona así: si con los cristianos las grandes cadenas ganan millones y millones de dólares, están llenos de productos de Navidad, pero cambiaron los carteles de Feliz Navidad por los de Felices Fiestas para "no ofender a las minorías", de esta forma ofenden a los cristianos, que no quieren que se sigan matando los valores por el vil metal. Entonces sugiere que se le envíe emails a la empresa expresando que si no revierten su política, el remitente no comprará más en dicha tienda. Así la AFA ha tenido muchos logros.
A veces la lucha contra Navidad es bastante agresiva en el Primer Mundo. Yo defiendo a los judíos en muchas de sus luchas. Pero hay una en la que no cuentan con mi apoyo. Es que aquí, si pones un árbol de Navidad en un lugar público, te exigen muchas veces que agregues una menora, el candelabro judío, expresando la tolerancia hacia otras religiones. Pero hete aquí que no se preocupan de que haya también símbolos musulmanes, budistas, hindúes u otros... sólo el judío.
En Estados Unidos hay 80% de cristianos y 1% de judíos. En Israel hay 80% de judíos y 2,3 % de cristianos. Si yo voy a Israel y me dicen Feliz Hanuka, yo les responderé Feliz Hanuka. No se me ocurriría decirles que me ofenden, porque no soy judío. Al contrario, me sentiría auténticamente feliz de compartir la alegría de los judíos. Pero si en Estados Unidos le dices Feliz Navidad a un judío, muy probablemente éste afirme que se siente ofendido, o no te responda, o quizás te diga con cara de "no me moleste": Yo no festejo Navidad. Y me pregunto: ¿por qué tanta intolerancia en el país "de la Libertad"? ¿Quién ofende en realidad?
Aquí el árbol de Navidad se está transformando en Holiday Tree. Los regalos de Navidad, en Holiday presents. Las galletas de Navidad, en Holiday cookies. Los adornos de Navidad, en Holiday decoration.
Se trata literalmente de una guerra contra la Navidad. Pero esto es sólo una expresión de la guerra contra los valores cristianos. Quien no está atento a los signos de los tiempos, no lo puede percibir. Quien sólo tiene acceso a los medios de comunicación generales, muy difícilmente lo pueda ver.
Pienso en la astucia excepcional del Código Davinci. "Es pura fantasía" afirma su director Dan Brown, pero sabe muy bien que si bien toda la película es una novela, erosionará la fe de muchos inseguros. Más, si este señor hipócrita después empapela las ciudades de Estados Unidos publicitando su película con el insólito y desvergonzado slogan: “Know the truth” (Conoce la verdad). "Miente, que siempre algo queda", decía Göbbels, el Ministro de Propaganda de Hitler.
La misma estrategia utiliza National Theographic, quizás ya no más Geographic, porque se transformó en una entidad que quizás haga más teología que ciencia natural. Por varios meses, la noticia principal de su página de internet fue el presunto "descubrimiento del evangelio perdido de Judas", sacando conclusiones teológicas sobre un hallazgo interesante sobre una secta que la Iglesia ya conoce desde hace 2000 años. ¿Cómo Judas pudo haber escrito un evangelio en menos de medio día, si tal como relata Hechos de los Apóstoles en 1,18, el apóstol, luego de traicionar a Jesús, se suicidó? Miente, que siempre algo queda.
La pregunta del millón. ¿Por qué tanta saña contra la Iglesia, contra el cristianismo?
Los poderosos creen que al quitar a Dios del medio, no sólo borran los valores, sino también el sentimiento de culpa. La Iglesia es esa detestable institución que intenta transmitirme lo que Dios piensa. Como Juan el Bautista que acusaba a Herodes por sus inmoralidades. La solución fue cortarle la cabeza... ¿pero borró así el sentimiento de culpa, o sumó acaso una culpa más? ¿Dónde está ahora Juan? ¿Y Herodes?
Cuando en Dinamarca se publicaron caricaturas que en parte mostraban la realidad de un Islam violento (una de sus facetas; la otra es sin duda de paz), Occidente reaccionó defendiendo la libertad de expresión a mansalva. Cuando el Papa expone la misma realidad, en aras de lograr paz, expresando que una religión violenta se encuentra lejos de Dios, Occidente lo tilda al menos, de desubicado, y en el mundo musulmán se mata a cristianos para protestar por tan ajustadas observaciones.
La "tolerancia" motivó en España a la directora del Instituto de Mijas a retirar el nacimiento de la escuela y botarlo a la basura, para no herir sentimientos de nadie! El Foro Andaluz de la Familia le otorgó a esta "maestra de la tolerancia" el Premio Herodes 2006, con el que se quiere identificar acciones contra la infancia que ponen en peligro valores básicos en los que se sustenta la sociedad, construida sobre las actitudes de respeto, tolerancia y diálogo.
Autor: Enrique Soros Fuente: anticatolicismohoy.blogspot.com
¿Tolerancia? ¿Cómo dijo?
Valores básicos en los que se sustenta la sociedad, construida sobre las actitudes de respeto, tolerancia y diálogo
En el Primer Mundo la tolerancia se ha convertido en un tema muy importante. Pero claro, tolerancia de los cristianos para con los no cristianos, nunca al revés. Porque, créase o no, hay personas que afirman sentirse ofendidas cuando en un país de mayoría cristiana, se les dice Feliz Navidad. Entonces se cambia el Feliz Navidad por Felices Fiestas. Pero en realidad, se piensa en Feliz Navidad, porque todos saben que es LA fiesta. Como dice el inglés: Jesus is the reason for the Season. (como algunas tarjetas dicen "Season´s greetings" -felices fiestas-, el dicho afirma: "Jesús es la razón de las fiestas".
La idea es quitar a Dios del medio. Del gobierno, de la vida pública, de la vida privada... Que Dios no interfiera con nosotros! Y después nos preguntamos por qué estamos como estamos...
Bueno, así surgen instituciones como la American Family Association, con más de un millón de adherentes, que razona así: si con los cristianos las grandes cadenas ganan millones y millones de dólares, están llenos de productos de Navidad, pero cambiaron los carteles de Feliz Navidad por los de Felices Fiestas para "no ofender a las minorías", de esta forma ofenden a los cristianos, que no quieren que se sigan matando los valores por el vil metal. Entonces sugiere que se le envíe emails a la empresa expresando que si no revierten su política, el remitente no comprará más en dicha tienda. Así la AFA ha tenido muchos logros.
A veces la lucha contra Navidad es bastante agresiva en el Primer Mundo. Yo defiendo a los judíos en muchas de sus luchas. Pero hay una en la que no cuentan con mi apoyo. Es que aquí, si pones un árbol de Navidad en un lugar público, te exigen muchas veces que agregues una menora, el candelabro judío, expresando la tolerancia hacia otras religiones. Pero hete aquí que no se preocupan de que haya también símbolos musulmanes, budistas, hindúes u otros... sólo el judío.
En Estados Unidos hay 80% de cristianos y 1% de judíos. En Israel hay 80% de judíos y 2,3 % de cristianos. Si yo voy a Israel y me dicen Feliz Hanuka, yo les responderé Feliz Hanuka. No se me ocurriría decirles que me ofenden, porque no soy judío. Al contrario, me sentiría auténticamente feliz de compartir la alegría de los judíos. Pero si en Estados Unidos le dices Feliz Navidad a un judío, muy probablemente éste afirme que se siente ofendido, o no te responda, o quizás te diga con cara de "no me moleste": Yo no festejo Navidad. Y me pregunto: ¿por qué tanta intolerancia en el país "de la Libertad"? ¿Quién ofende en realidad?
Aquí el árbol de Navidad se está transformando en Holiday Tree. Los regalos de Navidad, en Holiday presents. Las galletas de Navidad, en Holiday cookies. Los adornos de Navidad, en Holiday decoration.
Se trata literalmente de una guerra contra la Navidad. Pero esto es sólo una expresión de la guerra contra los valores cristianos. Quien no está atento a los signos de los tiempos, no lo puede percibir. Quien sólo tiene acceso a los medios de comunicación generales, muy difícilmente lo pueda ver.
Pienso en la astucia excepcional del Código Davinci. "Es pura fantasía" afirma su director Dan Brown, pero sabe muy bien que si bien toda la película es una novela, erosionará la fe de muchos inseguros. Más, si este señor hipócrita después empapela las ciudades de Estados Unidos publicitando su película con el insólito y desvergonzado slogan: “Know the truth” (Conoce la verdad). "Miente, que siempre algo queda", decía Göbbels, el Ministro de Propaganda de Hitler.
La misma estrategia utiliza National Theographic, quizás ya no más Geographic, porque se transformó en una entidad que quizás haga más teología que ciencia natural. Por varios meses, la noticia principal de su página de internet fue el presunto "descubrimiento del evangelio perdido de Judas", sacando conclusiones teológicas sobre un hallazgo interesante sobre una secta que la Iglesia ya conoce desde hace 2000 años. ¿Cómo Judas pudo haber escrito un evangelio en menos de medio día, si tal como relata Hechos de los Apóstoles en 1,18, el apóstol, luego de traicionar a Jesús, se suicidó? Miente, que siempre algo queda.
La pregunta del millón. ¿Por qué tanta saña contra la Iglesia, contra el cristianismo?
Los poderosos creen que al quitar a Dios del medio, no sólo borran los valores, sino también el sentimiento de culpa. La Iglesia es esa detestable institución que intenta transmitirme lo que Dios piensa. Como Juan el Bautista que acusaba a Herodes por sus inmoralidades. La solución fue cortarle la cabeza... ¿pero borró así el sentimiento de culpa, o sumó acaso una culpa más? ¿Dónde está ahora Juan? ¿Y Herodes?
Cuando en Dinamarca se publicaron caricaturas que en parte mostraban la realidad de un Islam violento (una de sus facetas; la otra es sin duda de paz), Occidente reaccionó defendiendo la libertad de expresión a mansalva. Cuando el Papa expone la misma realidad, en aras de lograr paz, expresando que una religión violenta se encuentra lejos de Dios, Occidente lo tilda al menos, de desubicado, y en el mundo musulmán se mata a cristianos para protestar por tan ajustadas observaciones.
La "tolerancia" motivó en España a la directora del Instituto de Mijas a retirar el nacimiento de la escuela y botarlo a la basura, para no herir sentimientos de nadie! El Foro Andaluz de la Familia le otorgó a esta "maestra de la tolerancia" el Premio Herodes 2006, con el que se quiere identificar acciones contra la infancia que ponen en peligro valores básicos en los que se sustenta la sociedad, construida sobre las actitudes de respeto, tolerancia y diálogo.
viernes, 6 de noviembre de 2009
Ciencias Sociales

El Comercio 6 de noviembre del 2009
FILOSOFEMAS
Una carta sobre la tolerancia
Por: Francisco Miró Quesada Cantuarias*
Los británicos han tenido mucho menos filósofos que los franceses y los alemanes. Pero sus grandes pensadores han sido, casi todos, de una importancia descomunal. Uno de ellos fue John Locke, que vivió en el siglo XVII. Su obra fue vasta, aunque no fue tan prolífico como los filósofos del continente.
Escribió libros sobre la naturaleza del conocimiento de orientación empirista, es decir, afirmando que todas nuestras maneras de conocer se basaban en la experiencia de los sentidos. En mi opinión, su contribución más importante ha sido: “Una carta sobre la tolerancia” (A letter on toleration), de un notable poder de convicción, Locke dice que el dogmatismo es enemigo de la paz. Oponerse a todo el que discrepa de la opinión oficial, ya sea de la Iglesia o del Estado, puede llevar ser perseguido e, incluso, encarcelado. Ello contribuye a la inseguridad y la infelicidad ciudadanas. Por eso la única manera de que los súbditos del poder imperante vivan tranquilos y seguros es la tolerancia. Y lo mismo puede afirmarse respecto de los dogmas de la Iglesia oficial. Durante el aciago reinado de Enrique VIII que terminó para siempre con la religión católica en Inglaterra, quien se atrevía a opinar que el catolicismo debía gozar de la misma libertad de culto que la religión oficial, era ejecutado de manera inmisericorde.
¿En qué consiste la tolerancia? En algo muy simple: en permitir que otro opine de manera diferente de la que uno mismo opina. Desde luego, si no se está de acuerdo con la opinión ajena, se puede discutir. Pero la discusión deberá ser siempre alturada, sin palabras ofensivas, ni irrespetuosas.
Si en los tiempos antiguos hubiese primado la tolerancia, cuántos sufrimientos humanos habrían sido evitados. No habría existido la Inquisición con sus atroces torturas que debían padecer personas inocentes, cuyo único delito había sido discrepar de los dogmas imperantes. Felizmente esta situación, desde hace bastante tiempo, ha cambiado. En la actualidad, la amplitud y la tolerancia de la Iglesia Católica es ejemplar.
Desgraciadamente, no puede decirse lo mismo del mundo político. En el Congreso se producen con frecuencia enfrentamientos increíbles en los que dos o más representantes se insultan a gritos y, más de una vez, han llegado a golpearse. Esta falta de tolerancia solo puede calificarse de vergonzosa. Asimismo, recientemente, el líder de un partido político insultó groseramente al presidente de la República.
¿Cómo actuar para que la tolerancia impere en nuestro país? Pienso que hay dos modos de proceder. En primer lugar dando el ejemplo. Quien se afana para que los demás sean tolerantes, debe ser un ejemplo sobresaliente de tolerancia. Pero, quizá la mejor vía para lograr una tolerancia extendida a toda la nación, es la educación. Desgraciadamente somos uno de los países más atrasados en la región. El presupuesto de la educación es uno de los más bajos y la educación en los colegios estatales, salvo honrosas excepciones, es de baja calidad.
Reitero que la mejor manera de proceder es dando el ejemplo y tratar de convencer a los demás. Este procedimiento, seguramente, durará muchísimo tiempo y no hay ninguna garantía de que tenga éxito. Mas, a pesar de todo, no debemos descorazonarnos. Debemos seguir luchando para que, algún día, impere la tolerancia en nuestro país.
(*) Director general
Una carta sobre la tolerancia
Por: Francisco Miró Quesada Cantuarias*
Los británicos han tenido mucho menos filósofos que los franceses y los alemanes. Pero sus grandes pensadores han sido, casi todos, de una importancia descomunal. Uno de ellos fue John Locke, que vivió en el siglo XVII. Su obra fue vasta, aunque no fue tan prolífico como los filósofos del continente.
Escribió libros sobre la naturaleza del conocimiento de orientación empirista, es decir, afirmando que todas nuestras maneras de conocer se basaban en la experiencia de los sentidos. En mi opinión, su contribución más importante ha sido: “Una carta sobre la tolerancia” (A letter on toleration), de un notable poder de convicción, Locke dice que el dogmatismo es enemigo de la paz. Oponerse a todo el que discrepa de la opinión oficial, ya sea de la Iglesia o del Estado, puede llevar ser perseguido e, incluso, encarcelado. Ello contribuye a la inseguridad y la infelicidad ciudadanas. Por eso la única manera de que los súbditos del poder imperante vivan tranquilos y seguros es la tolerancia. Y lo mismo puede afirmarse respecto de los dogmas de la Iglesia oficial. Durante el aciago reinado de Enrique VIII que terminó para siempre con la religión católica en Inglaterra, quien se atrevía a opinar que el catolicismo debía gozar de la misma libertad de culto que la religión oficial, era ejecutado de manera inmisericorde.
¿En qué consiste la tolerancia? En algo muy simple: en permitir que otro opine de manera diferente de la que uno mismo opina. Desde luego, si no se está de acuerdo con la opinión ajena, se puede discutir. Pero la discusión deberá ser siempre alturada, sin palabras ofensivas, ni irrespetuosas.
Si en los tiempos antiguos hubiese primado la tolerancia, cuántos sufrimientos humanos habrían sido evitados. No habría existido la Inquisición con sus atroces torturas que debían padecer personas inocentes, cuyo único delito había sido discrepar de los dogmas imperantes. Felizmente esta situación, desde hace bastante tiempo, ha cambiado. En la actualidad, la amplitud y la tolerancia de la Iglesia Católica es ejemplar.
Desgraciadamente, no puede decirse lo mismo del mundo político. En el Congreso se producen con frecuencia enfrentamientos increíbles en los que dos o más representantes se insultan a gritos y, más de una vez, han llegado a golpearse. Esta falta de tolerancia solo puede calificarse de vergonzosa. Asimismo, recientemente, el líder de un partido político insultó groseramente al presidente de la República.
¿Cómo actuar para que la tolerancia impere en nuestro país? Pienso que hay dos modos de proceder. En primer lugar dando el ejemplo. Quien se afana para que los demás sean tolerantes, debe ser un ejemplo sobresaliente de tolerancia. Pero, quizá la mejor vía para lograr una tolerancia extendida a toda la nación, es la educación. Desgraciadamente somos uno de los países más atrasados en la región. El presupuesto de la educación es uno de los más bajos y la educación en los colegios estatales, salvo honrosas excepciones, es de baja calidad.
Reitero que la mejor manera de proceder es dando el ejemplo y tratar de convencer a los demás. Este procedimiento, seguramente, durará muchísimo tiempo y no hay ninguna garantía de que tenga éxito. Mas, a pesar de todo, no debemos descorazonarnos. Debemos seguir luchando para que, algún día, impere la tolerancia en nuestro país.
(*) Director general
viernes, 16 de octubre de 2009
Orientación y Consejería, Persona, Familia y Relaciones Humanas

Catholic.net
Autor: Alfonso López Quintás Fuente: istmoenlinea.com.mx
Tolerancia: la ruta del encuentro
La tolerancia no es una simple e indiferente aceptación de las posturas ajenas,es un camino formado por el encuentro con los demás y el entendimiento real de sus opiniones
La angostura y pobreza de nuestros conceptos a menudo nos impiden ser flexibles en el diálogo y comprender a los demás. Con frecuencia en los debates públicos, por ejemplo, unos acusan de intolerantes a quienes consideran injustificables sus ideas o actitudes. «Tú eres dueño de sostener las ideas que desees, pero no intentes imponerlas a los demás». «Nadie te obliga a cambiar de opinión ni actitud. Pero es demasiado pretender convertir en exigencia pública lo que es una mera convicción o creencia privada». Frases de este tipo se dicen a menudo como algo consabido e incuestionable. Por si fuera poco, a todo el que muestra entusiasmo al defender una convicción se le reprocha que pretende «imponerla» a otros de forma intolerante. Sentir entusiasmo por algo significa que uno se ve muy enriquecido por ello y desea conservarlo como una fuente de plenitud y felicidad. Defenderlo no significa imponerlo, sino querer vivirlo y compartirlo con otras personas. Ese deseo no tiene carácter coactivo, sino participativo. Un valor no se impone nunca; atrae. Quien participa de algo valioso tiende naturalmente a sugerir a otros que se acerquen al área de imantación de tal valor. El resto lo hace el valor mismo, que, si tienen la sensibilidad adecuada, acaba atrayéndolos. Quien se entusiasma con algo que juzga valioso y lo defiende tenazmente, sin duda está dispuesto a cambiar de opinión si alguien le convence con razones de que se trata de una ilusión falsa. Entusiasmarse no equivale a exaltarse. Si pienso que la vida humana merece un respeto incondicional, de forma que cualquier problema que se suscite por la vida naciente ha de ser resuelto sin ponerla en juego, y manifiesto esa convicción en privado o en público, no soy intolerante con quienes opinen de otro modo.
Cuándo es válido un punto de vista
Existen varias formas de tolerancia. En el plano fisiológico, tolerar indica que se soporta un dolor o una incomodidad, significa aguantar. En el trato personal hay también varias formas: pensemos por ejemplo en la relación de un padre con un hijo que pasa las noches fuera de casa y llega de madrugada; para evitar una confrontación lo tolera, transige. Finalmente, en el terreno de las ideas y opiniones, cabe preguntarse si, para ser tolerante, hemos de aceptar todas las opiniones que puedan verterse en un debate. Hoy suele considerarse obvio e incontrovertible que toda opinión es digna de respeto y se tacha de intolerante a quien afirme lo contrario. ¿Es justo tal reproche? Una opinión es respetable, honorable, digna de estima, si responde al papel de una persona en su comunidad. Al hablar, actuar, escuchar, escribir o realizar cualquier acción dirigida a los demás, debemos cuidar que nuestra actividad colabore a la edificación de la vida común. A menudo se dice que cada uno ve la realidad desde su propia perspectiva y aporta siempre un punto de vista peculiar, tan válido como el de cualquier otro –el llamado perspectivismo–. En un plano de la realidad esto es verdad, en otros no. Si dos personas contemplan una sierra desde vertientes distintas, tendrán vistas diferentes y ninguna podrá considerarse la única aceptable y válida. Ambas obtendrán escorzos igualmente legítimos y fecundos en orden a un conocimiento completo de esa realidad. Pero ascendamos a un modo de contemplación más complejo, por ejemplo, el estético. Aquí, las condiciones son más sutiles. Necesitamos una preparación adecuada para que nuestra experiencia estética sea auténtica. Muchos podemos contemplar El entierro del Conde de Orgaz, la genial pintura del Greco. Las diferentes perspectivas serán justas, pero la visión estética del cuadro sólo vendrá de quien previamente haya cultivado su sensibilidad. ¿Por dónde empezar a contemplarlo? ¿Qué función artística ejercen el amarillo sulfuroso del manto de san Pedro y el azul del de María? ¿A qué responde que el artista acumule varias cabezas de caballeros castellanos por encima de la de san Agustín? Los legos en estética no sabrán contestar estas preguntas. No cabe decir que cualquier forma de ver el cuadro es igualmente válida. Y no nos tacharían de intolerantes por sostenerlo. Aunque en gustos no hay nada escrito, es cierto que el gusto necesita cultivarse. Si una persona formada estéticamente emite un juicio sobre una obra de arte, su opinión estará mejor fundamentada aunque contradiga la nuestra. Por eso es justo no prestar oídos a quien, carente de toda sensibilidad estética, manifiesta aversión hacia una obra de calidad. Lo respetaremos, pero evitaremos dedicar tiempo a un juicio poco serio y mal fundamentado. Los distintos aspectos de la vida exigen cumplir determinadas exigencias, de lo contrario, no se logran ciertos objetivos en cuanto a conocer, sentir, amar y crear. Para dialogar, lógicamente, deben cumplirse los requisitos de todo diálogo auténtico, distinto de dos monólogos alternantes. Si al hablar conmigo alguien me encuentra agresivo, impaciente, poco o nada acogedor, tendrá derecho a abandonar la conversación. No podré acusarle, por ello, de intolerante. Sin embargo, hoy es frecuente oír: «esta es mi opinión, mi verdad, usted quédese con la suya». Con ello se da por supuesto que la verdad es relativa a cada sujeto porque depende de él. ¿Es esto aceptable? La creatividad artística arroja luces al respecto, veamos por qué.
Creatividad Colectiva
A solas, nadie puede ser creativo. Aun la persona mejor dotada del universo debe contar con realidades distintas y, en principio, externas, extrañas, ajenas. Al entrar en relación colaboradora con ellas, dejan de ser distantes, ajenas y extrañas para tornársele íntimas, sin dejar de ser distintas. Con ello se instaura un campo de juego entre nosotros, y surge el sentido y la belleza. La belleza del Partenón se alumbra cuando una persona sensible a los valores artísticos entrevera su ámbito de vida con el de esa realidad. La belleza no se halla en la obra ni en el sujeto. Surge dinámicamente entre ambos cuando se da una donación mutua de posibilidades. La belleza debe ser considerada, por tanto, un fenómeno relacional, no relativista. Quien no vive el arte de forma relacional no entra en el campo de juego donde se alumbra la belleza. Decirlo es constatar un hecho que responde a una ley del desarrollo humano, la ley de la dualidad: «Toda forma de creatividad humana es siempre relacional; requiere dos o más realidades que entren en colaboración». La creatividad siempre es abierta, relacional, dialógica. No lo olvidemos, porque esa ley de la naturaleza nos da una clave para entender a fondo, lúcidamente, lo que es e implica la verdadera tolerancia. La auténtica tolerancia no es mera permisividad; no implica indiferencia ante la verdad y los valores; no supone aceptar la verdad de cada uno ni su forma propia de pensar por el hecho de pertenecer a una generación u otra; no se reduce a afirmar que se respetan las opiniones ajenas, aunque no se les preste la menor atención. Quien se proclama respetuoso con otra persona sin prestar la debida atención para descubrir la parte de verdad de su discurso es indiferente, no tolerante, que supone una actitud muy distinta: respetar al otro, estimarlo.
Separar el trigo de la paja
Para ser tolerantes debemos partir de una convicción decisiva: la inteligencia humana es portentosa, sobrecogedora, pero limitada. Dada su condición temporal, el ser humano no puede encontrar la verdad toda, aunque sí toda la verdad específica de algo. De modo semejante a como puedo encontrar en la calle a Juan, pero no a Juan con la diversidad de vertientes que implica. Cierto, cuando saludo a Juan veo toda su persona –no sólo sus manos o sus ojos–, pero no su persona en su trama entera de implicaciones. Necesito más de un encuentro para conocer los diversos aspectos de su personalidad. No llegamos a la verdad de repente ni a solas, se requieren diversos contactos con cada realidad, en distintos momentos y lugares, necesitamos complementar nuestros esfuerzos y perspectivas. Tanto más, cuanto mayor sea la riqueza y complejidad de la realidad que deseamos conocer. Con este convencimiento, no sólo aguantaré a quien defienda una posición distinta de la mía, sino que agradeceré que converse conmigo y pondré empeño en descubrir lo que pueda ofrecerme de valioso. Así, la discusión no degenerará nunca en disputa. En la antigua Roma, discutir era mover el cedazo para separar el trigo de la paja. Disputar no es buscar la verdad, sino el propio enaltecimiento. En la auténtica discusión se concede al otro un espacio de libertad para moverse con holgura y mostrar la posible razón que le asiste. En la disputa no se atiende a la posible validez de otras opiniones; se defiende la propia como cuestión de honor, con una fiereza que no es tenacidad sino terquedad. Por eso degenera rápidamente en fanatismo. Si quiero ser fiel a una doctrina o conducta y defenderla con entusiasmo, debo estar dispuesto a asumir lo que otras posiciones puedan encerrar de relevante para la vida de todos. Para tolerar es decisivo comprender que el dominio y posesión sólo se dan en el plano de los objetos y los procesos fabriles, no en el de las realidades superobjetivas (ámbitos) –obras de arte, personas, instituciones, valores…–. En este nivel, las experiencias no son de tipo lineal, sino reversibles. El intérprete configura la obra en cuanto se deja configurar por ella; no la domina ni es dominado por ella. En las experiencias reversibles nadie domina, porque el dominio es muy pobre en cuanto a creatividad. Todos desean, más bien, configurar y ser configurados. Buscan tener autoridad, no simple mando. Esta es la actitud tolerante por excelencia. En un diálogo, el verdadero conversador no intenta dominar, sino perfeccionar su propia mente y actitud ante la vida exponiendo sus puntos de vista y acogiendo atentamente otras perspectivas distintas. La cuestión decisiva será, en consecuencia, descubrir cómo convertir nuestra existencia en una trama de experiencias reversibles. Para lograr esta meta se requiere seguir un proceso formativo en cinco fases que esbozo a continuación.
5 fases del proceso formativo
1. Distinguir entre objetos y ámbitos. Una persona no es sólo su cuerpo. Es un centro de iniciativa; con deseos, ideas, sentimientos, proyectos; crea vínculos de todo orden; asume su destino; presenta una vertiente objetiva, corpórea, pero supera toda delimitación; abarca cierto campo en diversos aspectos: biológico, estético, ético, profesional, religioso… Es todo un «ámbito de vida» o, dicho con la filosofía actual, es un «ser-en-el-mundo» que para desarrollarse y ser creativo necesita las posibilidades que le ofrece el entorno. Quien acepta la realidad como un gran campo de posibilidades donde ha de crecer como persona, se esfuerza por conceder a cada realidad todo su rango. Distingue, por ello, cuidadosamente los «objetos» y los «ámbitos». Objeto es una realidad mensurable, situable, ponderable, delimitable, asible… Un ámbito es una realidad que abarca cierto campo en diversos aspectos, capaz de ofrecer y recibir posibilidades. Esta distinción es decisiva para comprender a fondo la vida humana y la educación en la tolerancia, porque los ámbitos hacen posibles las experiencias reversibles, entre las que descuellan las experiencias de encuentro.
2. Asumir la importancia de la creatividad. Las experiencias reversibles son muy importantes en la vida humana porque implican siempre alguna dosis de creatividad: el poeta troquela el lenguaje y el lenguaje nutre al poeta, el intérprete configura la obra musical y esta modela su actividad… El hombre madura como persona a medida que realiza más experiencias reversibles y menos experiencias lineales que van del sujeto al objeto y suponen que el primero se imponga a la realidad circundante. Al estudiar a fondo estas experiencias se advierte la posibilidad de convertir lo distinto-distante en distinto-íntimo, y resolver el problema de conjugar la libertad y las normas, la autonomía y la heteronomía. Como cuando se memoriza una canción y se repite una y otra vez, fraseándola de modo diferente y cambiando el ritmo, hasta que se siente como una voz interior. La canción sigue siendo distinta, pero ya no es distante, ni externa, ni extraña. Constituye un impulso íntimo que sirve de norma de acción y de cauce a la libertad interpretativa. Al hacerse cargo, íntimamente, de la importancia de las experiencias reversibles para la vida, se descubre la inagotable fecundidad de la forma relacional de pensar. La belleza de una canción o un poema no reside en el poema mismo (lo que sería una interpretación «objetivista»), ni en el sujeto que lo interpreta (interpretación «subjetivista» o «relativista»); brota en el acto de ser interpretados; es fruto, por tanto, de la interacción fecundadora de objeto y sujeto, vistos ambos como fuentes de posibilidades. El pensamiento relacional no fija la atención en el objeto ni en el sujeto; mantiene la mirada en suspensión para verlos a ambos en la relación que los une y enriquece mutuamente. Esta atención comprehensiva es capaz de ver como perfectamente lógicas ciertas características de nuestra vinculación a los demás que a menudo se consideran «paradójicas». Léase con atención el texto siguiente, escrito por un eminente psicólogo. Tras destacar tres pares de conceptos «paradójicos» (fuerza-debilidad, identidad-diferencias, singularidad-universalidad), escribe: Te reconozco, acepto y respeto como un tú personal y por eso me siento «fuerte» para tolerarte, aun a riesgo de aparecer «débil», en ocasiones, ante los demás o ante ti; pero, a la vez, yo no puedo renunciar a que tú me reconozcas, me aceptes y me respetes como persona y me toleres-soportes igualmente. Y si yo te acepto en tus diferencias y singularidades, es porque me sitúo en un espacio de identidad humana y de valores universales, que las asumen-trascienden a la vez; pero entonces, aun en el caso de que tu intolerancia no lo reconociese, mi actitud tolerante es capaz de estar en permanente apertura en ese punto de encuentro humano, arquetípicamente «inmanente» y que «nos trasciende» a ambos.
3. Entreverar ámbitos. El fruto de las experiencias reversibles es el encuentro, acontecimiento que está en la base de todo proceso humano de desarrollo. El encuentro no viene dado por la mera vecindad física; supone un entreveramiento de dos realidades que no son meros objetos, sino ámbitos. Entreverarse significa ofrecerse mutuamente posibilidades de acción y enriquecerse. Para realizar un auténtico encuentro deben cumplirse diversas condiciones: adoptar una actitud de generosidad, respeto y estima; abrirse al otro con actitud de disponibilidad, vibrar con él, es decir, mostrar auténtica simpatía; ser veraz, sincero, fiel, paciente, tenaz…; compartir ideales elevados. Estas son también condiciones de la creatividad –toda forma humana de creatividad se da a través de algún tipo de encuentro–, por eso vale denominarlas virtudes: modos de comportarse que hacen posible y fácil crear encuentros, es decir, formas valiosas de unidad.
4. Rechazar el vértigo de la fascinación. El proceso que conduce al encuentro es llamado desde antiguo «éxtasis», ascenso a lo mejor de sí mismo. Este acontecimiento –el encuentro– puede ser anulado por la entrega al «vértigo», un proceso de fascinación que no exige nada al hombre, le promete todo y acaba quitándoselo todo. El vértigo de la ambición de poder y dominio parece garantizar una posición de supremacía y acaba asfixiando a quien se entrega a su embrujo.
5. Descubrir la riqueza. Quien sigue el proceso que lleva al encuentro va descubriendo por sí mismo la riqueza que encierran para su vida las distintas formas de unidad. Este descubrimiento le hace ver con toda sencillez la fecundidad que presenta una conducta ética recta, ajustada a las exigencias de la realidad. Tal fecundidad se debe a los valores, que no son otra cosa más que posibilidades de actuar con pleno sentido. Y como los auténticos valores atraen, no procede imponer su realización, y tanto más cuanto más altos son. Con razón afirmó Tertuliano que «no es propio de la religión obligar a la religión». Comprender a fondo este proceso constituye además un foco de luz para orientar rectamente la propia vida e interpretar qué ocurre en la sociedad contemporánea.
La tolerancia se da en el encuentro
La verdadera tolerancia implica una forma de encuentro. No es sólo aguantarse mutuamente para garantizar un mínimo de convivencia. Va más allá: intenta captar los valores positivos de la persona tolerada a fin de que ambas se enriquezcan. Esta forma de entender la tolerancia sólo es posible si se ha cultivado el arte de jerarquizar debidamente los valores. Cuando se considera que el encuentro presenta un valor altísimo –porque permite al hombre alcanzar el ideal de la unidad– se está en disposición de dialogar con personas o grupos que sostienen ideas y conductas distintas, incluso extrañas a las propias. El valor supremo, el que decide nuestra conducta, no viene dado en este caso por el carácter confiado de lo que nos es próximo y afín, sino por la capacidad de crear auténticas formas de encuentro y buscar la verdad en común. Esta búsqueda y ese encuentro exigen respeto, entendido positivamente como estima, aprecio del valor básico del otro, en cuanto persona, y de los valores que pueda albergar. Esa estima se traduce en colaboración, oferta de posibilidades en orden a un mayor desarrollo de la personalidad. Quien de verdad es tolerante no es un espíritu blando que se pliega ante cualquier idea o conducta porque en el fondo no se compromete de verdad con ninguna. Es una persona entusiasmada con ciertos principios, orientaciones e ideales que defiende con vigor. Sabe que la vida es un certamen y compite con fuerza, pero acepta gustosamente al adversario y se esfuerza por verlo en toda su gama de implicaciones y matices. Lo contrario de este modo de ver comprehensivo y respetuoso es el reduccionismo, que rebaja a las personas y grupos a algo poco relevante o incluso aversivo. Tal envilecimiento es el presupuesto para el ataque. Se dice que los boxeadores, antes del combate, no quieren oír nada relativo a la vida personal de su contrincante. Es comprensible: para atacar necesitan reducirlo a mero adversario, a obstáculo en el camino del triunfo.
Atenerse a la realidad
De aquí que cultivar el «pensamiento débil» –sin hondura ni la debida fundamentación–, aceptar el «relativismo cultural» –rehuir a compromisos firmes al pensar que todo punto de vista es igualmente válido–, fomentar el escepticismo –negar la posibilidad de alcanzar la verdad– y exaltar el subjetivismo –recluir al hombre a su soledad– no ponen las bases de una mayor tolerancia; al contrario, avivan la intolerancia y el dogmatismo. Sólo si reconozco, con Gabriel Marcel, que «lo más profundo que hay en mí no procede de mí», y me esfuerzo por clarificar la verdad de cuanto me rodea y la mía propia, supero el ansia de dominar que inspira las diversas formas de opresión dictatorial. Es muy peligroso para toda sociedad carecer de convicciones sólidas por falta de capacidad para ahondar en la realidad o de voluntad para hacerlo debido a ciertos prejuicios antimetafísicos o –como se dice hoy enfáticamente– «posmodernos». La única garantía de libertad interior para hombres y pueblos viene dada por la decisión de atenerse a la realidad que nos sostiene a todos. Renunciar a la metafísica –al estudio de la realidad– es alejarse de nuestras raíces y quedar desvalidos ante el poder del más fuerte. Los castillos de bellas palabras acerca de la solidaridad y la tolerancia edificados por los partidarios de una vida intelectual «débil» se vendrán abajo con un simple golpe de astucia por parte de los prestidigitadores de conceptos. La actitud de tolerancia y solidaridad sólo puede ser estable cuando conocemos las exigencias de nuestra realidad personal y decidimos cumplirlas. En esta línea se mueve el dirigente político y pensador Václav Havel cuando escribe: «No debería existir un abismo entre la política y la ética. (…) La tolerancia empieza a ser una debilidad cuando el hombre comienza a tolerar el mal». Una sociedad que descuida la educación de las personas en la creatividad y los valores no puede ser tolerante. Este tipo de formación exige el previo cultivo de las tres cualidades básicas de la inteligencia: largo alcance, amplitud y profundidad. Bien entendida, la tolerancia implica madurez espiritual, y esta no se logra con el mero exigir unos «mínimos de convivencia».
Antídotos contra la manipulación
A este concepto de tolerancia –como voluntad de buscar la verdad en común– se opone la manipulación, que tiende a anular en las personas la capacidad de pensar por propia cuenta. Mientras que la tolerancia construye –al promover el poder de iniciativa de los demás en cuanto a pensar y decidir–, la manipulación destruye, porque juega con los conceptos y las palabras, lo tergiversa todo, siembra el desconcierto en las personas y las priva de libertad interior. Para enfrentar con éxito la manipulación, debemos recurrir a tres medidas:
1. Estar alerta y saber qué es manipular, quién manipula, para qué y cómo lo hace.
2. Esforzarnos en pensar con rigor, utilizando el lenguaje de modo preciso.
3. Desarrollar nuestras posibilidades creativas en todos los órdenes: deportivo, ético, estético, profesional, religioso…
Necesariamente, estas tres medidas culminarán en un cambio de actitud ante la vida y, por tanto, en un cambio de ideal. El ideal del dominio y la posesión debe ser sustituido por el ideal de servicio.
Charles Chaplin, dotado de poderosa intuición, subraya la necesidad de superar la práctica ambiciosa de la manipulación mediante la adopción de una actitud tolerante.
Después de encarnar papeles antagónicos –un judío perseguido y «el gran dictador»–, el genial cineasta acaba convirtiendo al dictador en el portavoz de un mensaje de esperanza. No habla desde el rencor producido por los trágicos sucesos de los Doce Años. Se expresa desde ese lugar secreto donde habita lo mejor del ser humano, la capacidad de perdón, la preocupación por abrir a todos los pueblos vías de dignidad y felicidad.
«No pretendo gobernar ni conquistar a nadie –proclamó Chaplin–. Me gustaría ayudar, si fuera posible, a judíos y gentiles, negros y blancos». No reclama venganza contra los culpables del horror de los campos de exterminio. Pide unidad, unión en la lucha por «un mundo mejor en que los hombres estarán por encima de la codicia, del odio y de la brutalidad». Para ello debemos elevar el espíritu, situarnos en un nivel superior de pensamiento y de conducta.
jueves, 23 de julio de 2009
Ciencias Sociales
El Comercio 23 de julio del 2009
DESPUÉS DEL MENSAJE PRESIDENCIAL DE FIESTAS PATRIAS
Reforma del Estado, tolerancia e inclusión
Por: Enrique Bernales Ballesteros Politólogo
Todo gobierno suele atravesar durante su mandato por tres etapas: la de la ilusión, de la acción y de mantener lo ganado y corregir lo que se hizo mal. Si aplicamos este criterio a la gestión del presidente García, el tiempo de la ilusión y de la acción corrieron raudamente durante estos tres años y queda por delante la etapa de mantener y rectificar.
¿En qué consistió el período de la ilusión? Superada la euforia de las promesas, no siempre realizables, se gestó la esperanza de una segunda gestión del presidente García, superior a la anterior. Así ha sido, pero la ciudadanía esperaba más. Aguardaba el fortalecimiento de la institucionalidad democrática, que la tasa de crecimiento económico fuese acompañada por una propuesta redistributiva mediante políticas sociales y programas para los más necesitados, el fortalecimiento de la lucha contra la corrupción y la reforma del Estado.
La etapa de la ilusión tiene como contraste la acción, que nunca está exenta de dificultades insalvables. La esperanza popular reclamaba al aprismo histórico uno de sus mejores lemas: “Justicia social”. Para lograr ese camino el Apra tenía que fortalecer un espacio político propio — el de centroizquierda— y manejar a discreción el centro para propiciar consensos y atender demandas justificadas de su lado izquierdo. Esta dinámica no implicaba enemistarse con la derecha democrática, que por democrática es razonable y dialogante. Pero el gobierno aprista cometió un error de cálculo político y antes de poner al día sus viejos espacios, prefirió acomodarse en el espacio de la derecha. No es grave ser gobierno de derecha, pues hay experiencias notables por su capacidad de negociar acuerdos y flexibilizar políticas. La democracia es diálogo, acuerdo y, por tanto, cesión programática.
En esa perspectiva —la de gobernar desde la derecha—, debe reconocerse que el gobierno del presidente García presenta logros significativos: el sostenimiento del crecimiento económico, la promoción de un marco favorable a la inversión privada, el libre comercio con las potencias económicas, el sostenimiento de los diálogos que redujeron las tensiones sociales (especialmente con Del Castillo), el respeto a las instituciones democráticas, entre otros.
Pero también se dieron fallas que no debieron ocurrir: políticas sociales con impacto insuficiente, olvido de la promesa de renegociar contratos (algunos de ellos, leoninos), ortodoxia rígida del discurso neoliberal en lo económico, intolerancia y confrontación excesiva con otras opciones políticas. No se dio curso a la esperada reforma estatal. La administración pública continuó siendo lenta y burocrática, la estructura legislativa cargó sus viejas rémoras, lentitud judicial, pereza en los procedimientos administrativos, desconexión con la vida municipal y regional.
Esta tercera etapa, que viene adelantada, es la más complicada, pues, suele estar acompañada por pérdida de aceptación. Sería conveniente preparar el terreno para las reformas institucionales y fortalecer los mecanismos de diálogo con las fuerzas políticas, para llegar a acuerdos.
Convendría en esta etapa promover la concertación y alistar la continuidad de un modelo cuya perfección debe radicar en la redistribución y las políticas sociales.
Aspiramos a que el período que se abre, luego del mensaje presidencial de Fiestas Patrias, sea promotor de tolerancia; que bajo esta inspiración el Gobierno consagre estos dos años que nos separan del 2011 a un trabajo intenso por la reforma del Estado, el reforzamiento de la democracia y una modernización inclusiva.
DESPUÉS DEL MENSAJE PRESIDENCIAL DE FIESTAS PATRIAS
Reforma del Estado, tolerancia e inclusión
Por: Enrique Bernales Ballesteros Politólogo
Todo gobierno suele atravesar durante su mandato por tres etapas: la de la ilusión, de la acción y de mantener lo ganado y corregir lo que se hizo mal. Si aplicamos este criterio a la gestión del presidente García, el tiempo de la ilusión y de la acción corrieron raudamente durante estos tres años y queda por delante la etapa de mantener y rectificar.
¿En qué consistió el período de la ilusión? Superada la euforia de las promesas, no siempre realizables, se gestó la esperanza de una segunda gestión del presidente García, superior a la anterior. Así ha sido, pero la ciudadanía esperaba más. Aguardaba el fortalecimiento de la institucionalidad democrática, que la tasa de crecimiento económico fuese acompañada por una propuesta redistributiva mediante políticas sociales y programas para los más necesitados, el fortalecimiento de la lucha contra la corrupción y la reforma del Estado.
La etapa de la ilusión tiene como contraste la acción, que nunca está exenta de dificultades insalvables. La esperanza popular reclamaba al aprismo histórico uno de sus mejores lemas: “Justicia social”. Para lograr ese camino el Apra tenía que fortalecer un espacio político propio — el de centroizquierda— y manejar a discreción el centro para propiciar consensos y atender demandas justificadas de su lado izquierdo. Esta dinámica no implicaba enemistarse con la derecha democrática, que por democrática es razonable y dialogante. Pero el gobierno aprista cometió un error de cálculo político y antes de poner al día sus viejos espacios, prefirió acomodarse en el espacio de la derecha. No es grave ser gobierno de derecha, pues hay experiencias notables por su capacidad de negociar acuerdos y flexibilizar políticas. La democracia es diálogo, acuerdo y, por tanto, cesión programática.
En esa perspectiva —la de gobernar desde la derecha—, debe reconocerse que el gobierno del presidente García presenta logros significativos: el sostenimiento del crecimiento económico, la promoción de un marco favorable a la inversión privada, el libre comercio con las potencias económicas, el sostenimiento de los diálogos que redujeron las tensiones sociales (especialmente con Del Castillo), el respeto a las instituciones democráticas, entre otros.
Pero también se dieron fallas que no debieron ocurrir: políticas sociales con impacto insuficiente, olvido de la promesa de renegociar contratos (algunos de ellos, leoninos), ortodoxia rígida del discurso neoliberal en lo económico, intolerancia y confrontación excesiva con otras opciones políticas. No se dio curso a la esperada reforma estatal. La administración pública continuó siendo lenta y burocrática, la estructura legislativa cargó sus viejas rémoras, lentitud judicial, pereza en los procedimientos administrativos, desconexión con la vida municipal y regional.
Esta tercera etapa, que viene adelantada, es la más complicada, pues, suele estar acompañada por pérdida de aceptación. Sería conveniente preparar el terreno para las reformas institucionales y fortalecer los mecanismos de diálogo con las fuerzas políticas, para llegar a acuerdos.
Convendría en esta etapa promover la concertación y alistar la continuidad de un modelo cuya perfección debe radicar en la redistribución y las políticas sociales.
Aspiramos a que el período que se abre, luego del mensaje presidencial de Fiestas Patrias, sea promotor de tolerancia; que bajo esta inspiración el Gobierno consagre estos dos años que nos separan del 2011 a un trabajo intenso por la reforma del Estado, el reforzamiento de la democracia y una modernización inclusiva.
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