FINANCIAL TIMES
La muerte del dividendo demográfico de Asia
Por: David Pilling Editor para Asia
El artículo del señor Krugman desencadenó mucha indignación. Los líderes que habían supervisado lo que les parecía ser una transformación asombrosa de sus economías no tomaron sus argumentos de buen grado. Se veían a sí mismos como hombres de Estado que habían sido los autores de milagros económicos, y no como suertudos beneficiarios de tasas demográficas favorables y poblaciones prósperas cuyos ahorros podían transformarse en fábricas y carreteras.
La aplicación de buenos principios demográficos podía ser una condición precedente a un crecimiento alto; sin embargo, esto no era suficiente. Algunos países de América Latina que tuvieron el mismo perfil demográfico que el Sudeste Asiático en la década de 1970 crecieron a un ritmo mucho menor. Se necesitaba al menos una imagen de un gobierno decente, así fuera solamente para persuadir a la población de que sus ahorros no serían confiscados o consumidos por la inflación.
De igual manera, cuando los indicadores demográficos se hacían menos favorables, los países debían confiar en el aumento de la productividad para mantener su crecimiento. Para ello, menciona George Magnus, consejero económico principal de la UBS y autor de “La edad del envejecimiento”, necesitan una excelente educación, una buena gerencia macroeconómica, y una regulación adecuada de los mercados de trabajo. De no ser así, también ellos pueden caer fácilmente en la trampa de los ingresos medios.
Estos temas son más que un interés académico en Asia. Como señala Frederic Neumann de HSBC, muchos países de la región están llegando al final de su libre carrera demográfica. La fuerza laboral de China se contraerá a partir del 2017 y lo mismo sucederá con la de Hong Kong. La fuerza laboral de Corea del Sur y Taiwán comenzará a contraerse en el 2016, mientras que en Singapur sucederá lo mismo a partir de 2018.
Por lo menos estas economías, con excepción de China, ya son bastante prósperas, aunque algunos países menos ricos económicamente pronto se debilitarán. La demografía de Tailandia dará un viraje en diez años; incluso Vietnam, cuya fuerza laboral está creciendo a paso acelerado, experimentará una fuerte desaceleración antes de que transcurra mucho tiempo.
Si estos son las liebres –los países que salieron de la trampa demográfica primero– Asia también tiene algunas tortugas. Aquellos países que pueden esperar con ansias años de índices demográficos favorables incluyen a Filipinas, Malasia, Indonesia, y el favorito de todos en demografía, India. Este último añadirá el equivalente de la fuerza laboral de Europa en los próximos 15 años.
Entonces, ¿pueden los países como India, Filipinas e Indonesia sentarse a descansar y esperar la llegada de su dividendo democrático? Obviamente no.
Filipinas demuestra lo fácil que puede ser desperdiciar su derecho al nacimiento demográfico. Su recurso natural es su población, pero debido a la escasez de buenos puestos de trabajo en su país, un 10% de los filipinos trabaja en el extranjero y envía dinero, en el que confían sus parientes y también la economía filipina del país entero.
Algunos hindúes también temen que su país pueda desperdiciar su dividendo democrático. Cuando Japón estuvo en su período de rápido crecimiento – en las décadas de 1950 y 1960 – envió trabajadores instruidos y bien educados a sus fábricas y oficinas. En comparación, el sistema educativo hindú es fragmentario, produce una élite de excelentes estudiantes, pero descuida a decenas de millones de personas que frecuentan las escuelas estatales, las cuales carecen con frecuencia de lo más elemental, incluyendo a los maestros. A algunos les preocupa que el dividendo demográfico de la India pueda transformarse en una bomba de tiempo demográfica.
Si los países que cuentan con un índice demográfico favorable no pueden relajarse, entonces aquellos con índices desfavorables tampoco tienen que desesperarse. El flujo de jóvenes chinos que ingresan a la fuerza laboral pronto comenzará a descender. Pero todavía existen en el campo decenas de millones de trabajadores potenciales que pueden ser movilizados.
Incluso el Japón ha mantenido un crecimiento per cápita razonable aumentando la participación de la fuerza laboral –a pesar de que para muchos era una fábula aleccionadora sobre el nivel demográfico que se ha ido agriando–. (Sin embargo, existen interrogantes sobre la sostenibilidad dada la alta deuda pública). La participación femenina ha alcanzado hasta el 60%, según Kathy Matsui de Goldman Sachs, mientras que muchos japoneses trabajan sobrepasando la edad de su jubilación oficial. Aproximadamente la mitad de estos entre 65 y 70 años de edad y una cuarta parte entre 70 y 75 años de edad todavía están trabajando.
Por otro lado, Japón ha sido muy cauteloso al aceptar trabajadores inmigrantes. Por ejemplo, ha establecido de forma absurda rigurosos requisitos con respecto al idioma para enfermeras filipinas, a pesar de que existe una escasez desesperada de japoneses dispuestos a cuidar ancianos.
La demografía no es una casualidad, aunque establece los parámetros de posibilidad. Asia se ha acostumbrado a contar con un viento favorable demográfico, aunque para la mayoría de sus economías, ese viento está por soplar en sentido contrario.
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