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domingo, 21 de marzo de 2010

Ciencias Sociales

El Comercio

EN DESMEDRO DE LA POBLACIÓN AFRODESCENDIENTE EN EL PERÚ

Detectaron 203 noticias racistas en el segundo semestre del 2009

Estudio realizado por Lundu analizó seis medios de comunicación impresos

Sábado 20 de Marzo del 2010

En el último semestre del año pasado se reportaron 203 noticias racistas referidas a la población afrodescendiente, según un informe presentado por Lundu Centro de Estudios y Promoción Afroperuanos.

El informe se basa en un trabajo del Observatorio de Medios de Comunicación y Políticas Públicas de Lundu, que, como su nombre indica, estudia el tema de la discriminación racial a través de la observación y el análisis de los contenidos informativos de ciertos medios y a iniciativa de distintas instituciones gubernamentales.

Esta es una primera parte del estudio y se continuará el seguimiento a los medios, indicó la presidenta de Lundu, Mónica Carrillo. Agregó que en el futuro el observatorio también podría analizar los discursos.

Carrillo detalló que el análisis se hizo sobre la base de 1.104 ediciones que incluyeron las secciones de política, actualidad, espectáculos, cultura y arte de seis medios impresos. Esto da un promedio de casi 34 noticias racistas al mes.

LENGUAJE Y DISCRIMINACIÓN
Uno de los temas sobre los que se habló en la presentación del informe fue sobre los términos racistas. Buena parte de los términos utilizados en las notas tenían que ver con animales (mono, gorila o gallinazo).

Para el psicoanalista Jorge Bruce, usar un término que animaliza al individuo lo deshumaniza y eso permite que luego sea tratado de forma despectiva porque de alguna manera, para quien discrimina, el otro ya dejó de ser un ser humano.

Bruce saludó el análisis y señaló que de esta manera se podrá poner atención a notas informativas racistas que de otro modo pasarían desapercibidas.

Gisella Vignolo, adjunta encargada para los Derechos Humanos y las Personas con Discapacidad de la Defensoría del Pueblo, destacó los esfuerzos que desde la sociedad buscan de manera constructiva generar espacios de reflexión y visualizar la problemática de racismo, exclusión y discriminación que afronta la población afroperuana.

La funcionaria de la defensoría insistió en la necesidad de entender que el modo en el que se transmite la información, muchas veces cargada de prejuicios, aunque esa no sea la intención, refuerza constantemente los sentimientos de rechazo o burla hacia determinados colectivos sociales.

PRECISIONES
Un tema de identificación cultural
Mónica Carrillo, presidenta de Lundu, explicó que un afrodescendiente no se determina por su fenotipo (cómo se ve), sino por su identificación cultural y que esta no tiene por qué entrar en conflicto con otra.

Según los datos recogidos por Lundu, la mayoría de notas periodísticas con algún atisbo de discriminación racial contra los afrodescendientes se encuentra en las secciones de deportes y espectáculos.

La Defensoría del Pueblo publicará antes de fin de año un informe sobre la discriminación de los afroperuanos.

viernes, 23 de octubre de 2009

Comunicación, Ciencias Sociales

El Comercio 23 de octubre del 2009

Internet y la agonía de Gutenberg
Por: Carlos Alberto Montaner Periodista
Hace más de 500 años, un artesano alemán llamado Juan Gutenberg, piadoso hasta el misticismo y poco hábil como negociante, le dio un golpe fortísimo a la Iglesia cuando editó la Biblia en la primera imprenta de tipos móviles utilizada en el occidente cristiano. Sin proponérselo, Gutenberg destruyó la vasta industria de los monjes copistas –miles de escribanos esparcidos por todos los conventos–, mientras, además, privaba a la institución de las generosas donaciones que hacían los fieles para ganar indulgencias y ascender al cielo en mejores condiciones mediante el sencillo expediente de pagar por copias de ciertos libros religiosos.
La Iglesia intentó defender sus intereses. Algunos predicadores llegaron a calificar la imprenta como pecado e intentaron prohibirla. Otros esgrimieron como argumento contra el malévolo invento el triste destino que les esperaba a los monjes copistas, santos varones (era un oficio de hombres) condenados a la insignificancia y la inutilidad. Dios no podía estar de acuerdo con tamaña injusticia.
Pero Dios, en esa oportunidad, pudo menos que la productividad y el mercado. En una jornada de diez horas, con buena luz, un copista, que debía afilar constantemente la pluma de ave, solía escribir tres páginas, mientras un impresor, tras levantar los tipos y armar la caja, producía 150. No era posible combatir ese nivel de eficiencia con argumentos morales. Los copistas, pues, perdieron la batalla y desaparecieron rápidamente. Aumentaron, sin embargo, los artistas que iluminaban las páginas con colores y dibujos, los encuadernadores y los talladores de tipos móviles. La Iglesia, resignada, buscó otras formas de vender indulgencias y de nutrir sus cofres.
La historia viene a cuento de Internet. Ya casi nadie tiene duda: comenzó el final del papel impreso. Dentro de unos años, los museos exhibirán los últimos ejemplares de las grandes revistas y de los diarios famosos, como hoy exhiben los libros incunables, los manuscritos medievales o los rollos del Mar Muerto. Internet, combinada con la edición electrónica, está liquidando rápida e implacablemente toda la industria editorial y ese fenómeno es imparable.
Pero Internet no solo va a terminar con la prensa de papel, incluidos casi todos los libros. De la misma manera que puso de cabeza la industria musical y hundió a cientos de estudios de producción y editores de CD, también hará desaparecer la radio y la televisión convencionales, que acabarán totalmente asentadas en la red, cambiará (ya lo hace) radicalmente la venta minorista (la mayor parte de las compras se harán por Internet) y, combinada con el teléfono, le dará un giro total a la forma en que se comunican las personas. La educación, por ejemplo, será otra cosa muy diferente en apenas una década. No tiene demasiado sentido transportar a millones de niños o universitarios diariamente para congregarlos en aulas cuando pueden juntarse e interactuar en una pantalla.
¿Desaparecerán los periodistas y los periódicos de la misma manera que desaparecieron los copistas y sus obras? Sí, pero serán sustituidos por una masa imponente de comunicadores que irán surgiendo espontánea e incontrolablemente en una Internet que irá fragmentando la información hasta el punto en que será muy difícil establecer voces dominantes. En el mundo periodístico que se avecina no existirán gurús como “The New York Times”, la AP, CNN, Fox o cualquiera de las grandes cadenas. Surgirán, en cambio, comunicadores solitarios que despertarán la curiosidad de los lectores o de los espectadores, puesto que es posible, como sugiere el éxito de You Tube, que los mensajes orales y con imagen acaparen el interés de unas personas que irán reduciendo su aprecio y su capacidad de atención por la palabra escrita.
¿Qué le resultará atractivo al consumidor de información en la era de Internet? Lo de siempre, lo que despierta su curiosidad desde hace miles de años: noticias sobre los peligros que se ciernen sobre ellos, sobre las oportunidades de mejorar su calidad de vida, sobre violaciones de las normas y, como forma especial de diversión e inspiración, variaciones sobre personas que triunfan ante la adversidad.
Sobre esos cuatro ejes, seguramente necesarios para la supervivencia, los seres humanos organizan la información que dan y la que reciben. Así sucede en París y Nueva York, en una aldea de Senegal o en la selva peruana. Así era cuando Gutenberg convirtió en una máquina de imprimir lo que era una prensa para aplastar uvas, y así ha sido desde que al Departamento de Defensa de Estados Unidos se le ocurrió crear una manera de comunicarse que no pudiera ser destruida por un ataque nuclear. Eso es lo único que nunca va a cambiar.

viernes, 27 de marzo de 2009

Orientación y Consejería, Persona, Familia y Relaciones Humanas



Autor: P. Fernando Pascual Fuente: Catholic.net
Los nuevos inquisidores
Puede ser más dañino para un hombre o una mujer el ver su nombre calumniado en un medio masivo de comunicación que el recibir una condena en un tribunal de justicia


Un profesor de filosofía del derecho explicaba que el sistema judicial de Occidente se había desarrollado hacia una dirección muy clara: proteger al más débil. Desde luego, esto no significa que la meta haya sido alcanzada con el nacimiento de las constituciones griegas, del derecho romano o de las legislaciones medievales o modernas. Han pasado muchos siglos desde que se iniciase a perfeccionar el sistema. Gracias a tantos esfuerzos, hoy se busca que los presuntos culpables puedan tener derecho a un abogado, a juicios de apelo, a recursos a sentencias, de forma que se garantice cada vez, de un modo más eficaz, la posibilidad de su defensa, y que todos crean en su presunta inocencia “hasta que no se demuestre lo contrario”.

Creemos, por lo mismo, estar lejos de esos pueblos que, en forma tumultuosa, lapidaban o ahorcaban a los presuntos culpables de un crimen, una violación o un robo. Creemos poder garantizar, cada vez más, la justicia para todos. Sin embargo, todavía hay mucho que realizar. Hay condenas que tienen un sabor a proceso político o a juegos sucios de intereses comerciales. Hay denuncias que carecen de todo fundamento, pero que tienen “congelada” la fama de personas inocentes, algunas de las cuales no pueden pagar una defensa eficaz, un abogado honesto, o simplemente no encuentran quién pueda salir a defenderles. Son situaciones enormemente graves, que apelan a toda la sociedad y nos piden que mejoremos nuestros tribunales, que no permitamos que el dinero, la pereza, la burocratización excesiva u otras maniobras misteriosas, puedan acabar con la paciencia de ciudadanos e, incluso, puedan condenar a inocentes cuando los culpables campean libremente en el mundo de los “honestos”.

Pero si es urgente mejorar el sistema judicial, es también necesario notar que existen otros tipos de condena, que pueden tener efectos más graves que los martillazos en una mesa de un juez de mirada amenazadora. A veces bastan unas líneas de calumnia en un periódico, una insinuación en la televisión, una sospecha lanzada por la radio, una acusación en internet, para quitar completamente la fama a una persona o una institución, sin que se deje muchas veces espacio a una defensa justa.

Si nos horroriza la imagen de un “gran inquisidor” que amedrenta y arrastra a la condena, a los hierros o al fuego, a un pobre hombre que piensa de un modo distinto, también nos llena de preocupación el que se pueda lanzar con gran libertad, sin espacio a la réplica, una acusación traidora, muchas veces bañada de intereses turbios, contra quien no ha sido antes escuchado, interpelado, respetado en su presunta inocencia.

En el mundo de la información, puede ser más dañino para un hombre o una mujer el ver su nombre calumniado en un medio masivo de comunicación que no el recibir una condena más o menos seria en un tribunal de justicia entre el silencio o la indiferencia de los profesionales de la prensa o de la radio. En el primer caso, quizá sin juicio, el “reo” nota cómo los dedos y los pensamientos de muchos le señalan como culpable de delitos que quizá nunca ha cometido. En el segundo, quien ha sido declarado culpable, en la serenidad y la calma de un cierto anonimato, recibe un castigo proporcionado a su falta, pero sin que su caso transcienda más allá de quienes deben ser informados de la sentencia.

Desde luego, hay juicios que merecen la atención de la opinión pública. Pero una cosa es informar de un proceso en el que (esperamos) se trabaja con honradez y equidad, y otra es lanzar a los teletipos de los periódicos un imaginado, supuesto delito, de un ciudadano que, de la noche a la mañana, recibe una condena pública que puede llevarle a perder su trabajo, o el desprecio ciudadano, o la confianza de algunos amigos... Aunque, como decía Aristóteles, el verdadero amigo no se pierde por una calumnia, pues quien sí conoce al “condenado” puede intuir cuánto hay de mentira en una difamación multimedial.

Siempre nos aterran los métodos inquisitoriales. El mundo de la democracia debe garantizar que no se repitan hechos parecidos. Y la gran prensa, la televisión local o internacional, los diseñadores de páginas informativas en internet, deben tener en cuenta que cualquier dato que se lanza a la movediza y frágil “opinión pública” puede tener consecuencias condenatorias de proporciones incontrolables.

Queda abierta, desde luego, la posibilidad de que los calumniados se defiendan. Pero una cosa es apelar contra una sentencia de un tribunal bien definido, con miembros concretos y acusaciones reales, que pueden ser respondidas una a una, y otra intentarlo contra un juicio “informático” social. ¿Cómo defenderse de una duda, de una insinuación, de un “se dice” que corre anónimamente de boca en boca, de página a página? ¿A quién acusar? Y, en el caso de encontrar un culpable y vencer el juicio, ¿de qué sirve si la sentencia queda olvidada ante la indiferencia de los mismos medios de comunicación, que apenas sí le dedican, si uno es afortunado, algunas líneas en las páginas menos leídas del periódico?

Además, no faltará quien diga que, al perseguir a los calumniadores en los medios de comunicación se atenta contra la “libertad de prensa”... Por eso algunos creen que es mejor callar, y se resignan a recibir el Sambenito, como en los tiempos peores de la Inquisición, y caminan por las calles como condenados virtuales, como enemigos públicos que deben pedir perdón y recibir el desprecio social por culpas que nunca han cometido...

Así funciona el mundo. Sólo que, si seguimos creyendo en la justicia, también esto algún día acabará. Hemos terminado con los “juicios sumarios” y con las ejecuciones apresuradas de inocentes que no tuvieron tiempo de decir ni pío. También algún día los mismos defensores de la libertad de prensa reconocerán que el derecho a la información no coincide con la difusión de la calumnia, y sopesarán, antes de publicar una noticia picosa y corrosiva, si se respeta el interés del “presunto malhechor” de defenderse con todas las de la ley.

Algunos buenos reporteros han ayudado a terminar con graves injusticias del pasado. También habrá quienes ayuden, en el mismo mundo de la información, a terminar con aquellos escándalos periodísticos que sólo sirven para quemar a inocentes en hogueras de papel o de chips electrónicos... Y entonces, lo mejor que hay en el periodista honesto saldrá a la luz, y el mundo de la información será lo que quiso ser en sus mejores momentos: una defensa decidida de la verdad en favor de la justicia y de la dignidad de todos.